OTROS MARTINENA JUAN BAUTISTA MARTINENA
JUAN BAUTISTA MARTINENA. Poco sabemos del origen de este marino. En un documento fechado en septiembre de 1803 refiere tener 35 años, por lo que podemos calcular que su nacimiento se produjo en los meses finales de 1768 o los primeros de 1769. A los 15 años inicia su singladura con la incorporación al Real Corso de Venezuela en 1783 y, posteriormente, en la Real Armada. Es probable que naciera en Vizcaya, ya que como oriundo de tal provincia lo citan en varios documentos, o en el norte de Navarra, como era relativamente frecuente. Nos inclinamos más por esta segunda opción dado que las búsquedas realizadas en los cada día más exhaustivos fondos on-line de los tres archivos diocesanos vascos han sido estériles. A pesar de lo fraccionario de los datos que sobre él tenemos, lo cierto es que su vida se desarrolla en un momento trascendental, de grandes cambios (invasiones napoleónicas, independencia de EE.UU, independencia de Latinoamérica) en los que interviene de forma secundaria, pero lo suficientemente destacada como para que porciones de la misma hallan llegado hasta nosotros a través de la historia. Como comentábamos, la primera noticia que tenemos de Juan Bautista es su incorporación al Real Corso. La Compañía Guipuzcoana, había controlado en monopolio el corso de Caracas desde 1728, pero en 1780 la Corona española extendió a Venezuela el régimen de libre comercio, cesando el monopolio de la Compañía Guipuzcoana. El 15 de febrero de 1781 se emitió una Real Orden al Intendente de Venezuela para que organizara el corso en su jurisdicción. Cuando nos enfrentamos a este dato, nuestra ignorancia marinera nos hacía equiparar corso y corsario con pirata, bucanero o filibustero, que siendo parecido no es igual. Por entonces, nada sabíamos de la tradición corsaria española de los siglos XVI y XVII, ni de la Compañía Guipuzcoana , ni del Real Corso, ni muchos menos que una de las diferencias más notables entre nuestros corsarios y los de otros países era que se consideraban como oficiales subalternos de la Marina Real, lo que les ataba al servicio de la Corona, dándoles honorabilidad, pero privándoles de la libertad de actuación que solía envolver su figura 1. Corría el año 1783
cuando uno de nuestros más afamados corsario, Vicente Antonio de Icuza, repuesto
de una enfermedad, solicitó su reincorporación en algún cargo del servicio real.
Icuza había sido comandante del Corso con la Guipuzcoana. La Corona, Carlos III, atendió su petición y el 3 de abril le destinó a la
Comandancia del Resguardo Marítimo de Caracas, ascendiéndole a Teniente Coronel
de Infantería. El 19 de mayo se emite la Real Orden para la reorganización
inmediata del Real Corso y se encomienda a Icuza tal misión2. "El Comandante Icuza regresó a
Enrolada la tripulación, Nuestra Señora del Coro zarpó el 9 de septiembre acompañada de la balandra Aranzazu y del bergantín Candelaria. Llegaron a Cádiz el 21 del mismo mes. Allí se les notificó un cambio de mandos; el capitán del bergantín Candelaria sería don Manuel de Echandía y el de la balandra Aranzazu don Antonio Rodríguez. Juan Bautista Martinena es asignado a la tripulación de la Aranzazu y nombrado, por el propio Icuza, Piloto. A pesar de la urgencia con que D. José Gálvez, ministro de las Indias, quiere que zarpen hacia Caracas, la partida tuvo que retrasarse por la necesidad de completar el armamento de la Aranzazu y de cargar víveres para los otros dos buques, para lo cual se le remitieron a Icuza 200.000 reales de vellón. El 16 de noviembre salieron los tres guardacostas. La idea de Icuza era: "Saldría de España con las tres embarcaciones, fragata, bergantín y balandra, e irían a recalar a la isla de Trinidad," luego “recorrer toda la costa hasta Puerto Cabello, de suerte que se apresaran las más de las embarcaciones que se hallasen tratando en las costas, y dejando la fragata en Puerto Cabello, si pareciese conveniente al Comandante, seguir con las otras dos embarcaciones hasta el saco de Maracaibo, con lo que se barrería toda la costa de Santo Domingo. En esta isla se proveería de lo necesario para continuar a Puerto Rico, donde suponía que encontrarían muchos contrabandistas. Los corsarios reales debían limpiar sus costas y volver luego a la isla Margarita, con objeto de emprender otro nuevo periplo en la costa de Tierrafirme hasta el Saco de Maracaibo. Esto último cogería descuidados a los contrabandistas y permitiría capturar numerosas embarcaciones, con lo que cabía esperar que en el futuro disminuyeran las extracciones ilegales desde las islas extranjeras.1 Tras la salida de Cádiz, el 22 de noviembre recalaron en Tenerife y el 24 de diciembre llegaron a La Guaira. Sin embargo, el plan inicial no se cumplió pues no encontraron ninguna embarcación del comercio clandestino. Icuza y sus barcos parten hacia el Saco de Maracaibo, a la parte española de Santo Domingo y a Puerto Rico. Durante esta travesía apresan varias embarcaciones: a 20 de febrero llevaba nueve barcos capturados, cinco ingleses y cuatro dinamarqueses. Entre tanto, Juan Bautista destaca por su puntual desempeño y sobresalientes servicios por lo que es ascendido a Teniente de la misma balandra Aranzazu. Las disparidades entre el Intendente Francisco de Saavedra e Icuza sobre la organización del Resguardo finalizan en el destino a Cartagena de este último, que se hizo efectivo en septiembre de 1784. La balandra Nuestra Señora de Aranzazu, junto con la goleta Nuestra Señora del Carmen y las lanchas quedan para el resguardo de las costas venezolanas. Nuestro Martinena sigue su meteórica carrera y en Junio de 1785 se le encomienda el mando del guairo (embarcación pequeña con dos velas triangulares o guairas) San Francisco Xavier, y el 16 de diciembre de ese mismo año se le expide el correspondiente título de Capitán de dicho buque por el anteriormente citado Intendente Francisco Saavedra. Antes, en Octubre entra en combate con una Balandra holandesa. De lo que se desprende de su propia descripción, se embarcó en una lancha de nombre San Nicolás y mantuvo fuego con la balandra durante todo el día, hasta que se le acabó la pólvora. A la embarcación holandesa se le unió otra de la misma nacionalidad y Juan opta por retirarse al puerto de la Guaira, de donde vuelve a partir, y con la ayuda del bergantín Nuestra Señora del Rosario, tras cuatro días de persecución, en reñido combate, apresan una de las dos balandras holandesas. En el año de 1786 fue destinado a servir la plaza de Teniente y Piloto 1º del balaux4 Santo Tomás del cargo de D. Ignacio Xavier de Imazabel. Con esta embarcación participa en el apresamiento de varios buques. En 1788, Ignacio Xavier es destinado a otros asuntos del Real Servicio y cae enfermo, encargándose del mando de balaux Juan Bautista. Más tarde, y acompañado de nuevo por el bergantín Nuestra Señora del Rosario, es destinado a la defensa y protección de las costas de Puerto Rico. En algún momento de esta misión su balaux es desarbolado y debe retirarse a Puerto Cabello. Con parte del armamento del Santo Tomás se habilita un bergantín apresado nombrado El Gallardo y con el reinicia su actividad corsaria. Con este bergantín apresa la goleta inglesa San Fermín, de diez cañones, y en cuyo abordaje resultó herido. El 16 de diciembre de 1788, en el puerto de La Guaira, apresa la balandra holandesa "La Cecilia", con varios géneros5. Con el mismo buque y en el Puerto de la Ensenada de Puerto Rico comisa el balando de nombre Sn. Martín6. A finales de 1789, mientras cruzaba las inmediaciones de La Guaira en la lancha San Nicolás fue destinado al auxilio de una fragata al cargo de D. José Antonio LLanos. Tras siete días asegurando el cargamento y la arboladura, consiguió su objetivo y se traslado al puerto de la Guaira. Al inicio de 1790 el capitán Ramón Aladin se retira por enfermedad y se le confía a Juan Bautista el mando de bergantín Nuestra Señora de Rosario. El 5 de Junio se le nombra Capitán del mismo. Con él recorre en multitud de ocasiones las costas venezolanas y en cuatro las de Puerto Rico y Santo Domingo apresando más de una treintena de embarcaciones del comercio clandestino. Así el 16 de febrero de 1791 apresa una balandra llamada la Churria en la boca del infierno de la costa de Puerto Rico y el 19 de febrero aprehende otro barco en Puerto Rico, en el lugar conocido como "El boquerón". En marzo 1792 se desplaza con su navío desde Macuto (próximo a Cacaras) hasta Puerto Cabelloxx. Posteriormente está destinado en la provincia de Cumaná, siendo su gobernador el intendente D. Pedro Carbonell Pinto Vigo y Correa, que en octubre de ese mismo año sería nombrado Capitán General de Venezuela. Durante este tiempo Juan continua su actividad corsaria con esmerada actividad, apresando múltiples embarcaciones. No sabemos si esa era la costumbre o si se trataba de una peculiaridad de nuestro marino pero lo cierto es que, afortunadamente, Juan va solicitando a lo largo de su vida certificación de sus superiores de cuantos servicios presta. Así lo hace desde 1784, y entre los meses de Marzo y Abril de 1793 se encuentra en Caracas obteniendo los certificados correspondientes de Juan Antonio de Careaga y Pedro Carbonell. Don Juan Antonio Careaga, capitán de infantería de los reales ejércitos y comandante del corso y resguardo marítimo de la provincia de Venezuela, a tenor de esa certificación de servicios prestados, describe a Juan con las siguientes palabras "... su inteligencia, arreglada conducta, actividad, celo y eficacia en el desempeño de las obligaciones de su ministerio a mi entera satisfacción, por cuyas loables circunstancias le considero acreedor a que su Majestad le dispense las gracias...". Dicho lo anterior, pareciera que Juan Bautista supiera de antemano que más pronto que tarde necesitaría toda esa documentación. Posteriormente, y en el contexto del enfrentamiento
franco-español de la Primera Coalición, fue destinado a la
Escuadra de Operaciones, al mando del
A Juan Bautista, el 29 de octubre de 1795 se le reconocen los méritos contraídos en esta toma de Puerto Delfín, y el rey (Carlos IV) le otorga el grado de Teniente de Infantería con antigüedad del 1º de octubre de 1794. Esa recompensa supone el inicio de un largo proceso de reclamación que nuestro biografiado emprende y en el que entiende que ha sido agraviado por no concedérsele el nombramiento de Capitán. Curiosamente este hecho es lo que nos ha permitido tener acceso a más información. El 7 de octubre de 1796, Carlos IV declara la guerra a Inglaterra. Tras la Paz de Basilea firmada con Francia, ambos países deciden unir sus fuerza contra Gran Bretaña en el denominado Tratado de San Ildefonso. En 1797, Martinena es el encargado de traer a España los pliegos de la rendición con honores que supuso la pérdida de Trinidad para la corona española y su paso a dominio británico. En su regreso a Cádiz fue apresado por buques de la escuadra inglesa que estaban bloqueando la ciudad. El 3 de marzo de ese mismo año de 1797 es cuando solicita su ascenso al grado de capitán de fragata (Archivo de Simancas), sin embargo ese año no debió ser especialmente bueno. En su expediente hay dos solicitudes en la que tras expresar "la suma indigencia" en la que viven tanto él como sus oficiales, pide se les abonen los sueldos que tienen vencidos. Según se deduce de los escritos, pasado el mes de septiembre aun no lo habían conseguido. Parece firme que el 25 de junio de 1799 se licencia y vuelve a España. Desconocemos que hace en los años siguientes, pero entre el 14 de septiembre de 1802 y el 20 a agosto de 1803 está encargado de intervenir en la construcción del Bergantín Argos y el Balandro Celoso, en San Sebastián. El 4 de febrero de 1803 asciende a Alférez de Navio y S.M. le concede su incorporación en la Armada y el citado 20 de agosto toma posesión formal. En ese agosto de 1803 está en Cádiz con el bergantín Argos y el 12 de diciembre se hace cargo del Balao Celoso (dícese de todo buque sensible al timón), de 14 cañones de porte. El 8 de abril de 1804 sale para Caracas. En Julio está en Puerto Cabello y allí continúa en diciembre. Durante 1805, se mantiene en Puerto Cabello como Comandante del Balao Celoso , y de nuevo se ve en la necesidad de solicitar que se le paguen los abonos pendientes desde febrero del año anterior.
Tras una estancia en Inglaterra donde realiza todo tipo de negociaciones y conspiraciones, emprende su obra personal en su amada Colombia, mal llamada América, según su propia descripción. Sin embargo, el destino hace que su singladura se cruce con la de Juan Bautista Martinena que contribuye decididamente al fracaso de la misma. Nadie podía imaginar entonces que años más tarde, sus destinos volverían a cruzarse, esta vez con efectos más sinérgicos. Parte Francisco de Miranda de Nueva York el 2 de febrero de 1806 a bordo del Leander. El 20 de febrero fondea en Jacmel (Haití), donde se refuerza con las goletas Bee y Bacchus. El 11 de abril llegan a Aruba y el 23 de abril avistan Bonaire pasando frente a Curaçao el 24. El día 28 se acercan a la costa venezolana frente a Ocumare donde se enfrenta al Celoso, comandado por Martinena, y al Argos. Las dos goletas de Miranda son apresadas lo que le obliga a retirarse hacia Bonaire donde llega el 29 de abril.4 La independencia de Venezuela aun tendrá que esperar. En Julio de 1807 apresa al buque danés llamado Maria, a su capitán Juan Rosa y perteneciente a Marco Antonio Merlo, y en 1809, concretamente el 29 de Julio es ascendido a Teniente de Navío graduado. Pero una vida tan llena de azares estaba abocada a un final más dramático. La entrada en España de las fuerzas napoleónicas y las vejatorias abdicaciones de Bayona, producen un gran descontrol no solo en el gobierno de la península si no que también en las colonias americanas. El pueblo español no muestra una actitud tan servil como la de su rey y el territorio no conquistado por la huestes de Bonaparte se organiza en torno a las Juntas Provinciales y estas a su vez en la Junta Suprema (25 de septiembre de 1808, tras la victoria de Bailén). De forma similar ocurre en las colonias, con el matiz de que, utilizando como excusa la defensa del legítimo rey, se organiza en torno a ellas el proceso independentista. En enero de 1810 cae Sevilla, sede de la Junta Suprema, en manos de los franceses. Es fácil imaginar el desconcierto reinante con noticias confusas y tardías de la situación de la metrópoli y con el uso que se hace del poder de la Juntas en pro de la causa secesionista. En Venezuela todo el proceso se complica aún más pues si bien alrededor de la Junta de Caracas se aglutinan la mayoría de las provincias y constituyen la Suprema Junta, también es cierto que la actitud no es homogénea. Así las Juntas de Coro, Maracaibo, y Guayana se muestran claramente a favor de la Junta Suprema Central y de la Regencia posterior, y la de Cumaná primero forma parte de la contrarrevolución para después desmarcarse de la misma. Juan Bautista vivirá y participará activamente en el proceso de la Primera República de Venezuela, periodo que va desde el 19 de abril de 1810 hasta el 25 de junio de 1812 y tiene como actor principal a Francisco de Miranda. Debió ser previo a estas fechas, quizás en sus estancias en Caracas, cuando Juan Bautista entabla relaciones Doña Dolores Montilla (múltiples segundos apellidos: Padrón, Díaz, de Cazado, de Delpech) (1785-1853), caraqueña, hija del Dr. Juan Pablo Montilla Briceño (2/7/1745-1803) y su segunda esposa, Dª. Juana Díaz Padrón, y hermana de los revolucionarios Mariano y Tomás. Dolores debía ser especialmente guapa. Era esposa de Luis Delpech Lafore (1780-?)(matrimonio celebrado en la Catedral de Caracas el 6 de agosto de 1808), impresor, comisionado por la primera república como embajador de la misma ante el Gobierno de Napoleón Bonaparte. Es muy probable que Dolores participara en la reunión de la Sociedad Patriótica del 5 de Julio de 1811 en la que Venezuela se declara independiente. Parece ser que Juan se enamora de esta mujer y a través de ese amor, es ganado para la causa independentistay. (http://www.genderlatam.org.uk/PersonDetails.php?PeopleID=1543). Otros apuntes indican que sus negocios en Curaçao también pudieron influir en su toma de postura5 En este tormentoso contexto, Juan Bautista está destinado en el apostadero de Puerto Cabello, siendo su superior D. Juan de Tizcar, Comandante militar del mismo. Salen de Puerto Cabello, el 24 de marzo de 1810, Juan Bautista Martinena y su bergantín el Celoso con destino a la Guaira con la orden de proteger cuatro buques mercantes con destino a Europa hasta el norte de Puerto Rico. El 11 de abril parte el convoy de Guaira. El 19 de abril estalla el movimiento independentista cuando una Junta Suprema declarada en Caracas destituye al Capitán General Vicente Emparan e instala un Congreso. La Junta secuestra y reparte las rentas reales (3.000.000 pesos) destinados a la península como ayuda para la guerra contra los franceses. Se llama a Francisco de Miranda para regir los destinos del país. En Puerto Cabello, Juan de Tiscar es apresado por los revolucionario. Martinena, ignorante de lo anterior y cumplido su cometido, tomó rumbo hacia San Juan de Puerto Rico a fin de tomar leguas sobre una expedición francesa que decía preparaban en Nueva York contra las colonias española. Allí llega el 17 de mayo, y el Gobernador y Capitán General, D. Salvador Meléndez y Bruna, gran cartógrafo y marino, lo llama para que le explique la situación en Venezuela y su posicionamiento. Juan Bautista contesta el día 18, manifestando que su deber lo mandaba mantenerse fiel al Gobierno de la Regencia, y ponía desde luego su persona y buque a las órdenes del Gobernador, considerando, no obstante, no haber finalizado las instrucciones que recibiera de su superior, D. Juan De Tizcar, de cuya fidelidad al rey era imposible dudar.6 Meléndez le ordena que salga para Aguadilla (Puerto Rico) a buscar los bergantines Fernando VII y Manuela que estaban reparando algunos desperfectos. El 22 de abril regresó con los dos bergantines apresados. Examinados los papeles del Manuela, se le permitió continuar viaje hacia Europa. Sin embargo, el Fernando VII fue decomisado y puesto en venta junto con su cargamento, lo que provocó la protesta del Gobernador Layard, de Curaçao.
Obedeciendo estas instrucciones el día 18 llega a Cumaná. Antes de fondear subió a bordo un oficial cumanés que presenta a Martinena los saludos de la Junta y le ofrece toda clase de protección. Juan Bautista duda. Y hace bien en dudar, la decisión que va a tomar es determinante para el resto de su vida. Imaginamos que no fue fácil tomar una posición: por un lado, su lealtad al legítimo gobierno del consejo de Regencia; por otro las influencias que sobre él había podido ejercer Dolores Montilla de Cazado y su entorno; finalmente, la posibilidad de resguardar sus negocios en Curaçao. Afirma Villanueva6 que tras ser informado de todos los detalles de la revolución se adhiere a ella de corazón y al punto ordenó a su segundo pasar a tierra y presentar sus felicitaciones al nuevo Gobierno y entregar a Cajigal la carta que para él le diera Meléndez. Cuando menos, debemos poner en duda esa adherencia de corazón tan repentina. Juan Bautista desembarca y mantiene conversaciones con los revolucionarios, hasta el punto de que les revela sus instrucciones; pero 4 días más tarde, y en lugar de cumplir sus órdenes, leva anclas y se dirige a Curaçao. Desconocemos el motivo último de sus dudas, afectivas, económicas, de lealtad, pero lo cierto es que sus incertidumbres le llevan a cotejar la información recibida con el Gobernador de Curaçao, John Thomas Layard. Ingenuo Martinena que consideraba que Layard, en aquel momento gobernador británico de la isla y, por tanto, aliado de España, podría darle una versión veraz de la situación. El 24 de junio de 1810 arribó a Curaçao 4 (Antillas Holandesas, en ese momento bajo dominación británica), aprovechando que su navío el Celoso necesitaba algunas reparaciones. Rápidamente pide audiencia con el Gobernador Layard, para su segundo D. Melchor Nieto, quien recibió el encargo de solicitar un informe verdadero del Estado de Venezuela así como de la legalidad del Gobierno de Caracas, al objeto de incorporarse o no a la marina de Puerto Cabello a la que pertenecía. De esta forma tendría la garantía del reconocimiento del gobierno británico, aliado de España. Layard le contesta al día siguiente asegurándole que él como representante de Su Majestad Británica, intima aliada de España, había reconocido el Gobierno recientemente establecido en Caracas en nombre de su legítimo soberano Fernando VII. En un ejercicio de cinismo continua diciendo: "Espero que esta garantía y seguridad hayan de determinar la conducta de Vd. pero si Vd. desea informes más positivos, no veo inconveniente para que Vd. pida órdenes a su Jefe inmediato el Comandante de Puerto Cabello, pudiendo permanecer en este puerto mientras le llegan". Parece evidente que Layard tenía buena y actualizada información de la situación de Venezuela, gracias a la actividad del General Robertson, a quien envió rápidamente como representación ante la Junta de Caracas, y era sabedor de que Tiscar había sido depuesto de Puerto Cabello. Juan, diplomático en esta ocasión, contesta el día 26 que ha resuelto incorporarse al apostadero de Puerto Cabello y le entrega todos los papeles del buque. Sin embargo, con fecha del 29 de informa que se quedaba en el puerto esperando órdenes de la Suprema Junta, pues, su honor de oficial de la marina española estaba amparado por el reconocimiento del gobierno de Caracas hecho por un oficial inglés tan distinguido como el Gobernador de Curaçao. Layard aprovecha este tiempo de espera para someter a Martinena a un interrogatorio escrito sobre las posibles connivencias de la anteriores autoridades de Caracas y Puerto Cabello (Emparan era una liberal manifiesto que inicialmente fue partidario de la Revolución Francesa) y también sobre las posibles inclinaciones francófilas del Gobernador de Puerto Rico, Meléndez; pero poco pudo obtener del capitán que había salido de Caracas antes del inicio de la revolución y de Meléndez solo pudo informar que había oído calificarlo como un gran patriota. El 12 de Julio la Junta Suprema autoriza a Martinena a llevar el Celoso a La Guaira y agradece a Layard la protección ofrecida al buque y a su tripulación. Poco conocemos de lo que ocurre con Martinena desde su partida hacia La Guaira en Julio de 1810 hasta junio de 1812, en la perdida de Puerto Cabellos. Las pocas referencias encontradas nos hacen pensar que se pone a las órdenes de la Junta de Caracas y, posteriormente, de la Primera República de Venezuela. Dos notas en su expediente, fechadas el 27 de febrero de 1811, dan cuenta , en la primera de que el Comandante del apostadero de Puerto Cabello da parte de las noticias que le comunicó el capellán de dicho buque, Dn. José Antonio de Alburquerque, sobre la conducta de dicho Martinena y otros a favor de los revolucionarios de Caracas, y la segunda en la que Juan como Comandante de Marina del Apostadero de Puerto cabello da parte de haberse pasado a los revolucionarios y tomado mando del Bergantín Zeloso. Por otro lado, Juan Germán Roscio7 (principal redactor del Acta de Independencia de 1811) en una carta dirigida a Domingo González, refiere el apresamiento realizado por Martinena de una goleta procedente de Cádiz y de la correspondencia que ella existía. Un fragmento incompleto nos informa que el 16 de enero de 1811 la Junta Suprema de Caracas entrega una cantidad indeterminada de dinero a Juan.8
Paradojas de la vida, tras 6 días de resistencia, Bolívar y los pocos oficiales y soldados que permanecen fieles han de embarcarse hacia La Guaira a bordo de un mermado, por la contienda, bergantín "El Celoso" . El mismo del que fuera capitán Juan Bautista.
Su juicio esta resumido en el expediente nº 15 de causas de infidencia
(violación de la confianza y fe debida a alguien) y recogido en la revista
Boletín del Archivo Nacional (antecedente del Boletín del Archivo General de la
Nación) de 1935, enero febrero, T. XVII, núm. 68, paginas 478 y 479. En ella se
explicita que Juan Bautista confesó ante el Comisionado por la Real Audiencia
Don Ignacio Javier de Uzelay y que el Fiscal de la Real Audiencia Don José Costa
y Gali en su dictamen dado en Valencia el 5 de enero de 1813 dice: en vista de
existir en poder del Gobernador de Puerto Rico documentos de este reo se mande
pedir copia certificada de ellos para mandarlos agregar a este proceso. Pero el
Comandante Militar de Puerto Cabello Coronel Joaquín Puelles comunica desde allí
el 20 de enero de 1813 la muerte del reo. Según Monteverde, ya estaba enfermo
cuando lo apresaron. Juan tenía 45 años. Dado que nada se podía hacer contra su
vida A su amada Dolores también le confiscaron todos sus bienes y solo le quedó el destierro en Santhomas, donde pasó largo tiempo(2). sin embargo sabemos que murió en Caracas (http://www.sologenealogia.com/Caracas/12/15456.htm#1) Puerto Cabello fue el último reducto de españoles en Venezuela, cuando el 10 de noviembre de 1823, fue arriada la bandera española en el Castillo San Felipe. Es de reseñar que Domingo Monteverde, capitán de fragata y posteriormente Capitán General de Venezuela, - el hombre que derrotó a la Primera República venezolana-, a pesar de ser Juan reo de traición, lo describiera como sigue: "El comandante del Apostadero, C. Juan Bautista Martinena, vizcaíno, hombre culto y de buen corazón;..."(1) _____________________________________________ 1.-LUCENA SALMORAL, Manuel: “Vicente Antonio de Icuza y el noble oficio de corsario español”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2006, pp. 393-413. 2.- Briceño Monzón, Claudio Alberto: "El problema de la soberanía: su historia ante el siglo XXI".Caracas: Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar: Universidad Católica Andrés Bello, 2007 3.- GARCIA SANTAMARÍA, Ana: Aportaciones personales. Para quien esté interesado en un mayor detalle sobre la tripulación de esta embarcación, recomendamos la lectura del artículo de la autora citada en la revista ANTZINA, nº3, junio 2007, disponible en URL: http://www.antzinako.org/Revistas/Antzinako_3.pdf 4 VIANA VILLAVICENCIO, José Ramón: Aportaciones personales.El balahú, balajú, balahuxe o balaux (diferentes apelaciones por motivo de la pronunciación) es una especie de goleta, un tanto panzuda, que se utilizó en la segunda mitad del XVIII como correo entre las islas antillanas y tierra firme. La Armada dispuso de cinco de ellos, desde el San Carlos, construido en La Habana en 1782, hasta el Pampli, echada a las aguas en Pasajes. También recibían dicha denominación un buque de finas líneas y de escasa eslora, utilizados como buques de estación en las costas vascas. En Pasajes se construyeron 3, hasta con porte de 14 cañones. Dos de ellos fueron reconvertidos en bergantines, maniobra sencilla porque sus aparejos eran bastante similares. 5 García Chuecos, Héctor : Historia colonial de Venezuela. Archivo general de la Nación. Caracas.1986. Volumen 3, pp: 51 6 Coll y Toste, Cayetano: Boletín histórico de Puerto Rico.Cantero, Fernandez & Co. San Juan de Puerto Rico.1914-1927. Volúmenes 11-12 pp. 93
4 Pedro Grases Arturo Uslar Pitetri. Escritos selectos. Fundación Biblioteca Ayacuch, 1989 5 Jairo A Bracho Palma. La Defensa maritima en la Capitanía General de Venezuela: (1783-1813).. Editorial INEA 2005. Caracas. 216-293 6 VILLANUEVA, Carlos A; BRUNI CELLI, Blas. Historia diplomática de la Primera Republica de Venezuela. Caracas. 1969 7 Fundación John Boulton. Epistolario de la Primera República. Editorial: Caracas. Academia Nacional de la Historia. 1960. Volumen 2, pp: 179 8 Causas de infidencia: documentos inéditos relativos a la revolución de la independencia, Venezuela. Archivo Nacional. Volumen 1.1952 1 Monteverde--cuatro años de historia patria: 1812-1816.Autor Gabriel E. Muñoz, Domingo Monteverde. Publicado por Academia Nacional de la Historia, 1987; pagina 171-183 2 Boletín. Autor Academia Nacional de la Historia (Venezuela), Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad de Buenos Aires. Publicado por Academia Nacional de la Historia, 1949 3 Boletín de la Academia Nacional de Historia, 1956, página 32 4 Historia Naval de Venezuela, volumen 1. 1994 pagina 90
x Sin embargo, no aparece en la relación de la tripulación de este barco que publica Ana García Santamaría en la revista Antzinako de Julio de 2007, pp 5 y Mujeres de la Independencia. José Dolores Monsalve. 1926, página 54 xx Boletín del Archivo General de la Nación Volumen 55,Número 208 -Volumen 56,Número 211 |