Hace ya muchos años, más de 40, mi padre, Anselmo Martinena, me mostró una de esas manualidades que a él tanto le gustaba hacer. Se trataba de una pequeña libreta artesanal con 7 u 8 hojas de papel pergamino, rectangulares, de bordes intencionadamente irregulares, realizados con un hierro candente y que conseguían representara una mayor antigüedad. Esos bordes silueteados con fuego impulsaron mis sueños infantiles hacia un tiempo lejano y desconocido, donde algo de lo que hoy soy yo, se esforzaba en sobrevivir.
En la portada un escudo de armas y una inscripción con letras góticas, – creo recordar que realizadas con los antiguos «transfers» -, y que, en mayúsculas, transcribían nuestro apellido. Dentro, un particular árbol genealógico desgranaba los elementos de las escasas generaciones que iban desde mi bisabuelo Marcelo hasta mi mismo. Por aquel entonces, cuando mis años no alcanzaban los dos dígitos, remontarse hasta el año 1854 era algo extraordinario, -¡más de un siglo!-, y una invitación a que la imaginación diluyera las lagunas genealógicas con fantásticas hazañas y centenares de anhelos de singularidad.
Desde aquel tiempo hasta hace un par de décadas, solo efímeras indagaciones entre familiares y algún contacto sorprendente con aquellos que se fueron a ultramar. Pero hubo quien supo guardar y aquí es de justicia señalar la importante labor de Juana Martínez Martinena y su hijo Miguel Gallego Martínez, quienes han recopilado y preservado toda la información que Mercedes Martinena Barrio poseía.
Anteayer, la técnica, la red, verdadera globalizadora, me permitió profundizar en algunos pasajes de la historia del apellido y me impulsó a volver a soñar, esta vez con la posibilidad de crear un enorme árbol genealógico de los MARTINENA que demuestre, nuevamente, la enriquecedora diversidad de la que somos fruto.
La misma técnica que me permitió contactar con parientes desconocidos hasta ese momento y que han acrecentado sobremanera los datos que aquí se exponen. En este punto cabe recordar y hacer merecida mención de gratitud a D. Juan José Martinena Ruiz, D. Juan Carlos Lorente Martinena, D. Daniel Martinena, D. Ricardo Cierbide Martinena y D. Ignacio Martinena Flamarique, sin cuyas aportaciones nuestro árbol genealógico parecería recién podado. Más tarde, nuevos Martinena se sumaron a la obra, a uno y otro lado del Atlántico, Ignacio Mª, Jorge, Isabel Domínguez, Gabriel, Pablo,…Con el paso del tiempo, las colaboraciones se han multiplicado, cada uno aportando su conocimiento o su visión, desde la anécdota hasta la historia con mayúsculas, hasta el punto de que esta tarea dejó de ser una obra individual para transformarse en una empresa colectiva, un empeño coral. Las distintas aportaciones que ha ido recibiendo la idea original han producido profundos y enriquecedores cambios en la misma. Esta multiplicidad de orígenes le otorga cierta heterogeneidad de estilos, pero le aporta viveza y frescura. Desde estas líneas mi agradecimiento a todos ellos.
Finalmente, mi muy amado hijo Esteban Martinena Guerrero ha recogido el testigo y ha transformado una página web lenta y difícil en la que ahora están contemplando. Él ya sabe cuanto se lo agradezco.
Este intento ha tenido más frutos que el de conocer nuestro pasado y comprender el porqué uso palabras que no vienen en el diccionario de la RAE como «fiemo» o «laminero». Ha despertado relaciones dormidas en la distancia y en el tiempo, ha iniciado otras, me ha animado a viajar a la indescriptible,- por bella -, tierra de mis antepasados y a disfrutar de su acogida, multiplicidad y exuberancia; me ha demostrado la importancia de que seamos buenos custodios del legado que nos han cedido y la necesidad de que mantengamos las estructuras que permiten su supervivencia: los archivos; me ha acercado a mundos de conocimiento en las antípodas del que modestamente intento practicar, me ha permitido conocer a expertos en fuentes de información histórica (D. Fernando Mikelarena Peña), en historia de Iparralde (M. Jean Baptiste Orpustan), a profesoras de universidad que hicieron un hueco en su arduo trabajo para rellenar mis vastas ignorancias (Dña. Rocío García Bourrelier) o a generosos historiadores castrenses del otro lado del Atlántico, como D. Jairo A. Brancho Palma, que encontró un hueco en su visita a España, para entregarme una copia de su obra y una entrañable charla. Cuando empecé no soñaba con encontrar tanto. Y no importa que entre los nuestros no menudeen hidalgos con armadura y nobles de helada sangre azul; más allá de la imaginación infantil, siempre me sentí más cerca de canteros, alpargateros, comerciantes, labradores, herreros, tenderos, sufridas amas de casa, pintores bohemios, aventureros, poetas.. e incluso algunos políticos honestos y sindicalistas honrados de los que si hay ejemplos en nuestra gran familia.
El último fruto, y no por ello menos importante, que me ha dado esta tarea ha sido el de poder mirar con ojos más cómplices la realidad de la tierra vasca, su cultura, sus tradiciones, sus costumbres ancestrales, su peculiaridad y su diferencia, y especialmente su lengua: siempre recordaré que empezamos este camino por la historia siendo euskadunes.
Finalmente, espero que toda esta información siga creciendo, lenta pero inexorablemente. Cualquier dato sobre los Martinena será bien recibido en la siguiente dirección:
emartinenap@gmail.com
Nota importante: En todo momento se ha intentado preservar el derecho a la intimidad. Todas las personas vivas que se biografían en estas páginas han otorgado su permiso para ello. Si por algún desliz se nombra a personas vivas que no deseen figurar en esta web, bastará un correo electrónico a la anterior dirección para subsanar el error.