L.1131712A.- ESTEBAN BERNARDINO MARTINENA BARRIO, nació en Tafalla, a las dos de la madrugada del día 20 de mayo de 1905. Fue bautizado en la Iglesia de Santa María el día siguiente. Recibe el nombre de Esteban en honor de su tío paterno y de su padrino y el de Bernardino por nacer el 20 de mayo, San Bernardino de Siena en el santoral, como era costumbre. Su padrino fue D. Esteban Marques, de Tafalla. En el bautizó, de sus cuatro abuelos, solo su abuela materna vivía, pero estaba ausente: María Idoy se encontraba en Buenos Aires.
En ese mismo año, Genaro Pérez Moso es elegido diputado a Cortés. Genaro es el propietario de edificio donde está el Casino Español, del que Marcelo Martinena es administrador-conserje. Tal condición le supone también el derecho a vivienda en el mismo y es allí donde Esteban vive sus primeros años. La vivienda se encontraba en la trasera del segundo piso.
Tafalla en aquel momento es una ciudad de más de cinco mil habitantes. Desde hace pocos años, algunas de sus casas tienen luz eléctrica y algunos de sus vecinos ya cuentan con automóvil. El agua corriente aun tardará en llegar. Hay una línea de diligencias que hace el recorrido hasta Estella. La que existía hacia Pamplona había desaparecido unos años antes ante el aumento de frecuencia de los trenes que tenían el mismo recorrido. El pensamiento republicano ya ha enraizado en una parte significativa de la población.
Cuando tiene 16 meses de edad, su madre, Juana, da a luz a Mercedes, la última hija de Marcelo. También nace en el Casino. Desde que Marcelo se casó con Juana ya no viven en la casa de la calle del Olmo, pero pronto volverá a ser ocupada por parte de la familia.
En 1910, Tafalla tiene una población de 5696 habitantes y en ella hay 888 edificios. Esteban inicia sus estudios en las Escuelas Pías de Tafalla. Allí conoce al escolapio Padre Beltrán Roche, quien en una ocasión le propinó un golpe en la cabeza. Su padre Marcelo acude con la intención de protestar. De aquel encuentro surgió una profunda amistad entre Marcelo y José Beltrán, que lo une a la familia hasta el final de sus días en 1.965. Paradojas de la vida, Beltrán clama en las homilías contra el vicio del juego al que califica de criminal, mientras su amigo vive del Casino. Pero para mayor paradoja la de Genaro Pérez, uno de los mayores perseguidores del juego desde su puesto como Gobernador Civil en varias provincias, incluida Navarra, y propietario del edificio en el que estaba el Casino Español.
Para cuando Esteban acude al colegio, este ya había sufrido algunos cambios con respecto a la situación que tuvieron sus hermanos mayores. El número de alumnos de primaria aumentó significativamente alcanzando los 200. En 1902 ya tiene un Estatuto propio. Es este documento el que nos permite saber que Esteban tenía clases tanto por la mañana como por la tarde, pero en un horario bastante escaso para lo que hoy es costumbre: dos horas y treinta minutos por la mañana y la misma dedicación por la tarde. Los Estatutos de colegio también aportan luz sobre una de las características de los hijos de Marcelo. Se trata de que la mayoría tienen una caligrafía con rasgos muy similares. Nosotros habíamos especulado con la posibilidad del aprendizaje en la familia. Sin embargo, los Estatutos anteriormente citados dan mucha importancia al ejercicio de la redacción, la caligrafía y ortografía, y esto parece explicar de forma más convincente esa proximidad de rasgos caligráficos entre los hermanos. De los tres pilares de su escritura sobre los que trabajan sus profesores escolapios, estos consiguen un excelente resultado sobre la caligrafía y notable en su redacción y ortografía.
El crecimiento poblacional de la ciudad es mínimo. La causa es la emigración. En el programa de festejos de 1912 el mayor anunciante es un compañía de barcos que publicita salidas para Argentina y Filipinas. Genaro Martinena García, su hermano mayor, embarca ese año en el trasatlántico Infanta Isabel rumbo a Buenos Aires.
El 12 de Abril de 1914 se inaugura oficialmente la traída de aguas. El alcalde, José Ramón Hermoso, pronuncia un discurso desde la fuente de una plaza de Navarra abarrota de gente, guirnaldas y banderas la adornan y en su pila reluce un blanco inmaculado. La gente se arremolina ante el orador, se suben a los bancos y se asoman a los abanderados balcones. Esteban y Mercedes observan el espectáculo desde la terraza del segundo piso del casino, un lugar privilegiado. Era un anhelo antiguo de la población, impulsado por José Mª Azcona. Una placa metálica sobre el obelisco recuerda el hecho. Pronto se colocan fuentes en distintos puntos de la ciudad donde las mujeres acuden diariamente. Se extingue el oficio de aguador. El progreso continua su avance imparable y, a pesar de la incredulidad del algunos vecinos, a finales de 1915 se instala el primer teléfono en el Ayuntamiento. Sin embargo, la emigración sigue diezmando la población; en 1916, Tafalla tiene 5.651 habitantes, 776 edificios, tres casinos, uno de ellos, el Español, con una biblioteca de cinco mil volúmenes, dos hoteles, dos fondas, dos parroquias, dos colegios y cuatro escuelas, tres médicos, tres farmacias, tres abogados, dos imprentas, seis peluquerías, tres molinos harineros, dos fábricas de harina…
Esteban hace la primera comunión, presumiblemente en la Iglesia de las Escuelas Pías. Continúan viviendo en el Casino Español, desde donde es testigo de todo lo que acontece en su pueblo. En la feria de 1918, frente a su casa, en la misma plaza de Navarra, instalan una atracción nueva: las barcas. La chiquillería se agolpa haciendo colas tras las vallas de protección.
Con 17 años queda huérfano de padre y con el fallecimiento de Marcelo desaparece también la principal fuente de ingresos y la posibilidad de seguir viviendo en el Casino. Quizá sea esta la razón por la que no realiza el servicio militar o quizás, como se cuenta en la familia, se pagó para que no lo hiciera. Era lo que se denominaba redención en metálico y suponía un importante desembolso de entre 1.500 y 2.000 pesetas de la época. Esto, junto a que el sistema de redención en metálico desaparece en 1915, es lo que nos lleva a concluir que fue su orfandad lo que le libró de la mili. En ese mismo año de 1922 en el que muere su padre, Juana, Mercedes y el propio Esteban se trasladan a la antigua casa en la calle del Olmo, 29 (31). Su madre y su hermana empiezan a trabajar como costureras de los Escolapios. Julio Martinena Deán les ayuda; el mayor de los hermanos que queda en Tafalla asume parcialmente la figura del cabeza de familia.
Sabemos que Esteban viaja a San Sebastián en busca de trabajo pero se le hace muy difícil la lejanía de su tierra y de su familia. Por intermediación de su hermana Mercedes, Julio le gestiona un trabajo como dependiente en una tienda de tejidos y camisas en la plaza de Navarra, Casa Aspilche, en la que trabajará algunos años.
Esteban adulto es un hombre de mediana estatura para la época, próximo a 1,68, muy delgado, casi ascético, y de cara alargada en la que destacaban unos brillantes ojos verdes. Es también un hombre educado y culto, amante de la lectura, especialmente de Pío Baroja, con una caligrafía preciosista y de gustos refinados en el vestir, lo que puede confirmarse en algunas fotografías de la época. Hecho este que no concuerda del todo con la presumible posición social de la familia, especialmente tras la muerte de Marcelo. Quizás las vivencias en el Casino Español, el casino de los ricos liberales, marquen su personalidad. Su carácter es introvertido, adusto, incluso algo distante, pero al mismo tiempo relativamente débil, con grandes dificultades para sobreponerse a las vicisitudes cotidianas de la vida. Probablemente entresacado de algún dicho popular y como advertencia a sus hijos, Esteban se definía de la siguiente forma: «yo soy como el Cidacos que nunca lleva agua pero a veces produce riadas».
A diferencia de sus hermanos mayores, Esteban mantiene un pensamiento ideológico más próximo a las izquierdas y se declaraba ferviente defensor de la República, lo que le acarreará más de un problema en los siguientes años. En el ámbito religioso, es agnóstico. Esta forma de pensar nos plantea un dilema difícilmente resoluble: ¿Por qué Esteban era un hombre de izquierdas? Sus hermanos mayores o no se significaron o lo hicieron en sentido contrario. Su padre nunca dio muestras de la más mínima inclinación hacia la izquierda, más bien a la inversa, – recuérdese que junto a otros tafalleses felicitó al ministro Juan de la Cierva por las cinco ejecuciones derivadas de la Semana Trágica de Barcelona -. Su hermana menor, con la que se puede suponer compartió mayores influencias educativas, fue extremadamente religiosa y cercana a la Iglesia Católica. Entonces, ¿cómo surgió este ideario en Esteban? ¿Generación espontánea? Tampoco el ambiente en el que vive era el acicate reflexivo necesario para transformar la idea de la caridad en el derecho a la justicia social. Se apuntan varias posibilidades: aunque Esteban deja de vivir en el Casino es fácil suponer que la vinculación con esta institución persiste. Así ocurre con su hermana Mercedes que con frecuencia asiste a la veladas del mismo. La sociedad El Casino Español es desde tiempo atrás centro de reunión de la élite republicana local y en su salón de fiestas se celebran sus mítines. Otra posibilidad, sin confirmación documental alguna, es su posible relación con Pedro Martinena Inchauspe. En cuanto a la cuestión religiosa resulta paradójico que a pesar de definirse como agnóstico siempre recomiende a sus hijos el mantenimiento de los principios cristianos y, muy especialmente, su amistad con Teodoro Iriarte Arrarás, padre escolapio 37 años mayor que él y al que posiblemente conoció como profesor durante su instrucción primaria en las Escuelas Pías de Tafalla.
Soslayando algunas diferencias y distancias surgidas entre los hijos de Marcelo procedentes de su segundo matrimonio y la madre Juana, su tercera esposa y madre de Esteban, parece que este sigue bastante vinculado con sus hermanos. En la foto que acompaña esta líneas se le ve en cuclillas en lo que pudiera ser la foto del segundo matrimonio de su hermano Julio, celebrado en la Iglesia de la Colegiata de Roncesvalles a finales de septiembre de 1930. Para una descripción más detallada de la fotografía remitimos a la página de Julio Martinena Deán.
Durante algunos años mantiene relaciones de noviazgo con Jerónima Luna, pero parece ser que un problema de celos termina con la relación. Poco tiempo después, el 10 de noviembre de 1928 se casa en Ujué, donde su tío Esteban es organista, con Concepción Hernández Garcés, nacida también en Tafalla, a las 8 de la mañana de día 8 de Diciembre de 1900 e hija de Anselmo, de Burgos, y Rufina, de Tafalla. Son testigos de la boda el tío Esteban Martinena Lus y Santiago Ayuso López, sacristán y campanero de Ujué. La boda se celebra en la ciudad realenga, distante unos 20 kilómetros de Tafalla. La ceremonia debió ser sencilla y en la estricta intimidad; el avanzado estado de gestación de Concha así lo aconsejaba.
Concha es cinco años mayor que Esteban, morena, de ojos castaños, sabe leer y escribir, es habilidosa con la costura, buena cocinera, extremadamente pulcra y por lo que se cuenta, más emprendedora y de mayor fortaleza de espíritu que su marido. Es muy religiosa y su libro de oraciones rebosaba de añadidos en forma de crismas y reliquias. Resulta significativo cuales son las virtudes a resaltar en una mujer de la época. Afortunadamente los tiempos han cambiado. Sin embargo, en el ámbito de su intimidad, el recuerdo que deja es otro, y así, en palabras de su prima hermana Juanita era una mujer que conseguía todo lo que se proponía.
La familia de Concha se implica en ayudar al joven matrimonio. Viven en el primer piso del número 16 de la calle Mayor, al lado izquierdo del callejón que la comunica con la plaza de Navarra. Céntrica, luminosa y amplia, la casa es propiedad de Rufina Garcés, la madre de Concha, que se la cede gratuitamente. Con una reforma que respeta lo esencial de la fachada, herrería y escudo, la casa se mantiene hasta la actualidad.
El último día de 1928, tienen su primer hijo, que recibe los nombres de sus dos abuelos Anselmo y Marcelo. Antes, en julio, su hermana Mercedes había contraído matrimonio con Teodoro Martínez y se trasladan a Zaragoza en compañía de Juana Barrio, madre de Esteban y Mercedes. Esteban se queda en Tafalla, pero será por poco tiempo.
En junio de 1930 aún viven en la ciudad navarra. El 24 de ese mes la madre Juana cumple 64 años y le escriben una preciosa postal coloreada, hecha en Francia. En ella representan que también Anselmo, de un año y medio, escribe a su abuela. Curiosamente firma con el nombre de «Marcelico» en honor de su abuelo, marido de Juana, aunque siempre fue conocido por su primer nombre.
La vida cotidiana de Esteban discurre entre su casa y su trabajo, a menos de 100 metros. Acude con relativa frecuencia a desayunar en el bar de Rafael, también próximo, y en días de tertulia le gusta apurar unos chatos de vino en el mismo local. El Bar de Rafael sigue hoy en el mismo lugar de antaño y regentado por familiares del antiguo dueño. Sus paredes están salpicadas de fotografías de la época donde uno puede entretener el tiempo entre pincho y pincho buscando caras reconocibles.
Abril de 1931: Se proclama la II República. Esteban debe sentirse feliz en estos días, su amada república ya es un hecho. Es fácil imaginarlo en la concentración espontánea que se produjo el mismo día 14 en el Portal del Río, donde solía ir con su amigo Luis. Seguro que aquella tarde de martes no trabajó; a las 8 una multitud se concentró frente a la Casa Consistorial que vio como el alcalde entregaba la vara y escuchó la palabras de José Alfaro y Jesús Lorente Martinena. A pesar de su carácter, seguiría el coro de vivas a la república, a Navarra y a Tafalla. En el primer consistorio republicano, el alcalde y el teniente de alcalde son Martinena.
En 1932 muere su tío Esteban Martinena Lus quien reparte su escasa herencia entre todos sus sobrinos, al no tener descendencia directa, pero excluye a los hijos de Marcelo y Juana. El tío Esteban poseía un reloj de oro con cadena que llevaba grabado su nombre; este reloj es heredado por su ahijado Fernando Celaya Jaime. Su sobrino homónimo no lo entiende.
A pesar de las diferencias de edad (21 años) e ideológicas, la relación de Esteban y su hermano Julio es muy buena. No es extraño que ambas familias salgan juntas. La proximidad de edades entre Anselmo y Carmelo, primer hijo de Julio, favorece esta cercanía. La afición de Julio a la fotografía nos ha permitido conservar algunos de estos encuentros.
Ironías del destino, el 21 de mayo de 1933, Julio Martinena forma parte de la junta organizadora que funda la «Sociedad Recreativa Nuevo Casino Español» con lugar social en el mismo edificio del que había sido administrador-conserje su padre.
Con seguridad antes de 1934, toda la familia se traslada a Zaragoza. De hecho su segundo hijo, Eduardo, ya nace en ella, el 11 de Marzo. Lo que no está tan claro son las razones de esta mudanza. Hay varias versiones que con mucha probabilidad todas ellas guarden parte de razón. Mercedes, Teodoro y la madre Juana ya estaban instalados en Zaragoza desde 1928. Era un buen punto de apoyo. La ciudad del Ebro a buen seguro ofrecería mejores oportunidades laborales, especialmente si se tiene en cuenta que en 1933 la merindad de Olite, a la que pertenece Tafalla, es la de mayor paro y, además, la pujanza de la capital aragonesa desde principios de siglo. Por otro lado, ya en 1934 el ambiente de Tafalla empezaba a enrarecerse y la polarización social que culminaría en la guerra civil ya era perceptible, estábamos en pleno bienio negro. Esteban se había significado públicamente como simpatizante republicano y socialista.
Bien sea por necesidades laborales, bien evitando problemas derivados de su posicionamiento ideológico, o bien por éstas y otras razones no descubiertas, lo cierto es que Esteban y familia terminan viviendo en el número 56 de la calle San Pablo de la capital maña, muy próximos a la vivienda que habían alquilado sus familiares, en el número 82 de la misma calle. En la actualidad el edificio ha sido derribado y reedificado. Los comienzos en la capital no debieron ser fáciles. Trabajó como cobrador de autobuses, preparó oposiciones a Correos y, finalmente, terminó trabajando de nuevo como dependiente, en «La Nueva Camisería», sita en la céntrica calle El Coso.
La relación con sus hijos es la propia de la época, donde el mundo de los adultos está separado por un abismo del mundo de los niños: los niños hablan cuando mean las gallinas. Esto es más así en las clases medias del país, quizá por imitación de las clases altas que encargan el cuidado de los hijos a la servidumbre. La proximidad obligada en la que viven las clases obreras determina una flexibilización del trato entre generaciones que, en ocasiones, resulta envidiable. Sin embargo, paradójicamente, en su casa se pierde el usted hacia los padres, costumbre muy enraizada tanto en Navarra como en Zaragoza. Con relativa frecuencia, Esteban dedica el domingo a sus hijos. Alguna vez los lleva al cine o a pasear por el parque del Cabezo. En una de estas ocasiones, Anselmo y Eduardo juegan en el parque mientras su padre lee el periódico. Eduardo se sube a uno de los bancos y desde allí cae de cabeza. Se hace una buena herida. Esteban lo lleva a la cercana Facultad de Medicina donde le curan y le practican un vendaje muy ostentoso. Esteban teme la vuelta a casa por la reacción de Concha. En sus últimos días, no duda en declarar el amor que siente por sus retoños y reclamar reciprocidad. Contradicciones y paradojas de una vida y de una personalidad que se resiste a seguir el estricto guión de una narración simplista.
El 7 de julio de 1936 se produce una entrevista entre el General Mola y el General Cabanellas, en las Bardenas. Cabanellas había sido hasta entonces un militar decididamente republicano y gracias a ello en ese momento dirigía la V División Orgánica de Aragón. El 18 de julio se produce la rebelión militar e inesperadamente Cabanellas se suma a los golpistas. El 19 de julio se declara en Zaragoza el estado de guerra. Zaragoza permanecerá de lado fascista hasta el final de la guerra. Las tropas y milicias leales a la República recuperan la parte oriental de Aragón y en el otoño de 1936 el frente se sitúa a pocos más de veinte kilómetros de la ciudad, manteniéndose así, con escasas variaciones, durante dos años. Zaragoza es bombardeada por primera vez el 21 de julio. En los años posteriores lo fue en varias ocasiones más. Como curiosidad, se guardan en la basílica del Pilar cuatro bombas lanzadas durante la guerra civil, que no estallaron, pero sí perforaron el techo del templo. Durante los bombardeos Esteban se niega, en ocasiones, a bajar a los refugios de la escuelas católicas, a pesar de los ruegos de la familia, y permanece solo en casa.
En Zaragoza la CNT tenía una fuerte implantación y, como ya hemos comentado, el frente está próximo. Ambos hechos hacen que la represión, utilizada de forma sistemática en lado rebelde, alcance cotas dramáticas. Los paseíllos nocturnos son habituales. Esteban, temeroso con razón de que su condición de simpatizante socialista fuera causa suficiente, duerme con frecuencia en el colegio de los Escolapios, gracias a las relaciones que mantiene la familia. Debió ser difícil para él.
Sus sobrinos Julio, Amadeo y José María, hijos de Blanca, eran voluntarios del Tercio de Oriamendi y participaron en la batalla de Teruel y en el frente del Ebro. En ocasiones visitaban a su tío en Zaragoza. ¿De qué hablarían un republicano maduro y convencido y tres jóvenes y fervientes carlistas?
A pesar de la guerra, la vida en la ciudad tiende a normalizarse. Mercedes, tiene su segundo hijo, Juanita; Esteban y Concha son sus padrinos. Seis años antes había tenido a su primogénito, Javier. La familia de Concha continua ayudándoles y con frecuencia reciben viandas desde Tafalla. En el verano del 38, Esteban y su familia van de vacaciones a Tafalla. Están con Julio en una casa de campo. Eduardo el hijo menor, viene de vuelta enfermo, tiene escarlatina. Al regreso Concha encarga a su hijo Anselmo que vaya a por unas gaseosas frías. El calor es agobiante en ese final de julio, Concha bebe la gaseosa con fruición. Primero es una afección amigdalar, que se achaca a la bebida fría; posteriormente una meningitis. Posiblemente tanto la primera como la segunda patologías sean producto del contacto directo y continuado con su hijo Eduardo, que entonces solo tiene 4 añitos. Concha debe percibir que el final de su vida está próximo. Habla con su cuñada Mercedes a la que le ruega que cuide de sus hijos, especialmente de Eduardo que está convaleciente.
Esteban enviuda en plena guerra civil con dos hijos de 10 y 4 años. Bien es cierto que cuenta con la ayuda de su madre y de su hermana, pero sólo tiene 33 años, es un hombre joven. Ellas son su apoyo, se encargan prácticamente de toda la intendencia, comidas, limpieza, ropa… incluso le lían sus cigarrillos. Al principio, él y sus hijos solo van a su casa para dormir. Inicialmente se intenta arreglar un nuevo matrimonio con la familia de Concha, en concreto con su prima Juanita, pero no llega a buen fin. Con el tiempo Esteban intenta rehacer su vida y retoma aquella antigua relación con Jerónima. Parece que el asunto va en serio. Jerónima se traslada a Zaragoza y llega el momento de presentarla a sus hijos. También están Mercedes y Juana. Ante la noticia de que su padre quiere volver a casarse, Anselmo sale corriendo, pega un portazo y desaparece por unos días. Tras esa reacción, Jerónima decide volver a Tafalla. Por segunda vez su relación no termina en matrimonio.
Finalizada la guerra civil con la victoria del bando sedicioso, se inicia la II Guerra Mundial. Esteban sigue puntualmente, con banderines sobre un gran mapa de Europa, los avances de los ejércitos aliados que la censura radiofónica permite comunicar. Pero pronto se acaba el hobby; la radio es donada mediante requisa al glorioso movimiento libertador de España.
Es querido y respetado en su trabajo por su honestidad y buen hacer, llegando a ser el encargado de la tienda. En una ocasión, explicó al resto de empleados la necesidad de esforzarse en vender el género antiguo antes que el de moda y se comprometió a venderle una corbata concreta, de otra temporada, al primer cliente que entrara. El siguiente cliente se fue de la Nueva Camisería con aquella corbata convencido de que su elección había sido todo un acierto. Con el paso del tiempo va haciéndose de su propia clientela. Su hijo Anselmo aún recuerda como la señora del Gobernador solo quería ser atendida por D. Esteban. Su sentido de la fidelidad le hace renunciar a la propuesta que le hace la empresa «Reblet». Esta empresa quería introducirse en Zaragoza abriendo un nueva tienda de camisas y se dirige a Esteban ofreciéndole la posibilidad de ser socio industrial de la misma.
La vida en Zaragoza discurre trabajosa en los infinitos años de la posguerra. Es el sesenio de los años del hambre (1940-1946). En este intervalo de tiempo murieron en España de inanición entre 40.000 y 200.000 personas, según los distintos cálculos. Estamos en el tiempo de la cartilla de racionamiento, de la achicoria, de los apagones, del gasógeno para la automoción, de las epidemias de tifus y del piojo verde.
Esteban sigue viudo. Sigue siendo el hombre refinado que siempre quiso ser, incluso en la calle San Pablo, un barrio fundamentalmente obrero. Le gustaba llevar sus camisas bordadas a mano con sus iniciales sobre el bolsillo delantero y el pañuelo siempre a juego. También sigue siendo un hombre que se azora con facilidad, como aquel domingo en el que lleva a sus hijos de paseo al parque del Cabezo y Eduardo, el menor, tiene la ocurrencia de meter la cabeza entre los pilares de una balaustrada. Pudo meter la cabeza, pero sacarla era cuestión bien distinta. Sus orejas se oponían firmemente a la acción. Mientras el muete llora, algunos paseantes se concentran en torno al incidente. Esteban está por momentos más nervioso y tira del cuerpo con energía sin lograr que se zafe del cepo, pero consiguiendo que Eduardito llore más por el dolor; afortunadamente un viandante tiene la feliz idea de colocar periódicos entre los pilares y los apéndices auriculares del pequeño. La cabeza acompaña al chaval el resto del paseo y además permanece en su posición original.
Meticuloso hasta el extremo, preparaba mensualmente los exiguos presupuestos con los que había que sobrevivir. En alguno de ellos hay datos que difícilmente pueden entenderse con la mentalidad actual. Sus hijos si no pasaban hambre, si tenían necesidad. «La cena diaria era medio huevo duro«, seguramente una hipérbole que describe bien la situación. Sin embargo, y a pesar de ella, una porción significativa del presupuesto se destinaba al desayuno de Esteban que siempre hacía fuera de casa, en un café próximo a su trabajo, la cafetería La Vital o en la Herber o en el Café Moderno. Quizá el único capricho de un hombre solitario a la fuerza.
Su sentido del honor sobrepasaba la fuerza de la necesidad y así hace devolver a su hijo Anselmo una patatas que, no sin riesgo, el jovenzuelo había afanado de un campo cercano en compañía de sus amigos de la calle San Pablo.
Sin el control materno, a pesar de la rectitud que intenta imponer Esteban y de la labor casi maternal de Mercedes, Anselmo y Eduardo se crían en un ambiente de mayor libertad de lo que era habitual. Intenta sin éxito que su hijo Anselmo trabaje también en la camisería. Las dificultades de la vida cotidiana en la Zaragoza de la eterna posguerra y el espíritu aventurero que le caracteriza hacen que mediante triquiñuelas, Anselmo consiga alistarse a la Legión Extranjera antes de su mayoría de edad y sin el consentimiento paterno. Esteban, cuando se entera, lo asume como un profundo fracaso personal y las primeras noticias que recibe de su hijo desde África le afianzan en esta convicción. Nos encontramos en mayo del 47. Cuando Anselmo parte hacia Madrid, primera etapa de su viaje a la colonia, su padre le entrega una carta en la que intenta resumir todo cuanto ha intentado trasmitirle y en la que se trasluce que se culpa de la marcha de su hijo: «No olvides que mientras estés lejos de mí, yo he de procurar por todos los medios el reconstruir mi hogar para que cuando vuelvas encuentres tu casa tranquila y feliz».
En 1949 muere de tuberculosis su cuñado Teodoro que ejercía de peluquero. La situación económica de la familia empeora. Anselmo vuelve tras tres años de voluntario en el Tercio, discurre el año 1950. Tiene seis meses antes de decidir su reenganche. Explora algunas posibilidades, pero no ve futuro y decide regresar. Allí es donde desarrollará el resto de su vida profesional.
En 1951, Esteban cae también enfermo. También tuberculosis, auténtica epidemia de la España de miserias y pobrezas que vive en las décadas del 40 y 50. No podía ser de otra forma, era el padecimiento de los románticos y de los intelectuales. Afortunadamente la enfermedad no supone merma de los ya escasos recursos financieros. El afecto que el dueño de la camisería, Don Pedro, siente por su mejor trabajador le hace mantenerle el sueldo integro durante toda la enfermedad, cuando el INP (Instituto Nacional de Previsión) solo era un esbozo. Eduardo, el hijo menor, empieza a trabajar en una pollería y posteriormente en un taller mecánico, gana 9 pesetas al día.
Esteban se traslada a Pamplona, al Hospital Provincial, donde ingresa. Arrienda un apartado de correos para poder seguir comunicándose con su familia. La vida es allí más dura si cabe. Está solo buena parte del tiempo y la enfermedad le obliga a guardar cama durante largos periodos. Algunos amigos de Tafalla y su cuñada Primitiva, desde Argentina, le ayudan económicamente. Jerónima Luna, su malogrado amor, le continua visitando hasta el final de sus días. Sus tres sobrinos, hijos de Julio, – Carmelo, Juan Ignacio y Amparo -, también le visitan y le atienden. Pero él no olvida a sus hijos. No olvida a Anselmo, tan lejos y en aquella terrorífica Legión Extranjera, depósito de parte de la escoria social de una España rota y hambrienta.
En la que sería su última navidad le envía una felicitación por su cumpleaños; en ella vuelve a reconocer el dolor que le genera la separación de su primogénito. No olvida a Eduardo, tierno aún a sus recién estrenados 19 años. Ya gana 13,2 pesetas al día pero aún no es autosuficiente. Esteban lo sabe y sabe que aún lo necesita. Todavía alberga la esperanza de volver a su «vida normal».
A pesar de la debilitante enfermedad, intenta mantener sus amistades y en diciembre de 1952 escribe a Teodoro Iriarte para felicitarle por sus bodas de oro sacerdotales y su nombramiento como «Hijo Adoptivo de Tafalla».
En marzo de 1953, Anselmo le escribe contándole que a primeros de abril se examina del curso de Cabo 1º. Empieza a creer que la carrera militar puede ser una salida para su hijo, tal y como Anselmo le había prometido, y espera ansioso los resultados. Por fin el 20 de abril, recibe la noticia del ascenso de su hijo y le contesta con una líneas llenas de satisfacción, alegría y respaldo: «Querer es poder y tu podrás». Ya piensa en el próximo permiso que le concedan y en poder abrazar a su hijo, pero no habrá tiempo.
En esa misma carta confiesa su soledad y la necesidad del afecto de sus hijos: «Siempre en la cama, siempre solo y pensando en mis dos queridos hijos… Estoy tan triste y tan solo sin mis peques queridos. No me olvidéis…«. También le pide a su hijo que le escriba, que le cuente todos los detalles de su vida, incluso lo más nimio.
La enfermedad avanza de forma inexorable. En 1944 comenzó la producción industrial de estreptomicina, primer antituberculoso, pero pronto se confirmó el fácil desarrollo de resistencias. Hasta 1952 no se descubre la isoniacida que supone el verdadero inicio de la era de la quimioterapia en la tuberculosis. Quizá fuera esta la medicina que esperaba Esteban. En las cuentas de su maltrecha economía siempre guarda lo suficiente «para una medicación cara«, pero no llega y en su última carta de finales de mayo del 53 ya se hace perceptible que ha tomado conciencia de que el desenlace está próximo. En ella le transmite a su hijo Anselmo sus últimas voluntades y le comenta su mal estado salud que ya le impide ir a Pamplona. «No tomes muy en serio mis cosas tristes mas hacía falta dejar todo claro por si acaso«, escribe como posdata. No pasara un mes antes de su fallecimiento.
Muere el 11 de junio de 1953. A pesar de su agnosticismo, el sacerdote que le asiste queda sorprendido por la honestidad y fidelidad a sus principios de este hombre. Es enterrado en Pamplona y muchos años más tarde, sus retos mortales son trasladados de nuevo a Tafalla, donde reposan junto a los de su padre y su hermano Julio.