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TAFALLA RAMA PROCEDENTE DE LASA DESCENDENCIA DE BARTOLOMÉ DESCENDENCIA DE AMBROSIO CANUTO NICOLÁS MARTINENA FLAMARIQUE (Extracto de la obra de Juan Carlos Lorente Martinena, Nicolás nuestro abuelo) Se han incluido algunas anotaciones que provienen de las Memorias de Ricardo Cierbide Martinena, de anotaciones de escritos de Aniceto Cierbide Martinena, así como variaciones de algunas anécdotas relatadas por Anselmo Martinena Hernández
Durante su juventud trabajó con sus padres en la fonda familiar del Portal del Río. Aficionado a la música le gustaba tararear y tocaba el bombardino; además encuentra tiempo para aprender el oficio de carpintero, con el que, como veremos más adelante, se define. Si continúan leyendo estas líneas, podrán comprobar que
nuestro Nicolás fue un hombre "sui generis" que por sus formas y hechos se
convirtió en un personaje de la Tafalla de principios del siglo XX , fuente de
inspiración de una corte inmensa de anécdotas a él referidas, con mayor o menor
grado de veracidad. Ya de su tierna juventud se cuenta que supo usar su afición
al bombardino como instrumento para otros logros. De mozo, cuando andaba
estrecho de bolsillo, ensañaba su instrumento en las proximidades de su madre
Francisca, siempre atareada en la Fonda, para después solicitarle una par de
reales que, en buena lógica, su madre le negaba, ante lo que el chaval contestaba: - "Pues ahora, le voy a
tocar de dos reales". Acto seguido se sentaba en alfeizar de la ventana y
atronaba con los bajos de su figle, haciendo caso omiso a la advertencia que su
madre le realizaba sobre la posibilidad de cobrar en especies. Pero lo cierto es
que, en más de una ocasión, Francisca cedía al chantaje con tal de quitárselo de
encima y el mozillo se llevaba una paga extra. Durante los sanfermines de 1888, Nicolás subió a Pamplona, montado en su yegua y después de pasar una noche de juerga echó una cabezadita en un banco de la Plaza del Castillo y se recostó del lado donde guardaba el dinero. Llegó un manguis y empezó a husmear en el bolsillo libre. Nicolás sin molestarse en abrir los ojos, le dijo tranquilo: "Frío, frío que se ha equivocado de bolsillo". La sorpresa del ratero liquidó el asunto.
Antonio Piqué y Grassols, nació en Santa Coloma de Queralt, el día 8 de Abril de 1832, hijo de Antonio Piqué y Esteve y de Teresa Grassols. Sus abuelos paternos se llamaban Magín Piqué y Marimón y Rafaela Esteve y Trullols, los cuales habían contraído matrimonio el día 15 de Noviembre del año 1758. Antonio Piqué y Esteva, nacido el 29 de Junio de 1795, era guarnicionero y murió asesinado en 1840, en la misma localidad, en el contexto de las barbaridades que se perpetraron en la primera guerra carlista. Antonio Piqué y Grassols y Micaela Eleuteria, se conocieron en Pamplona unos Sanfermines. Antonio Piqué, que había heredado de su padre el oficio de guarnicionero, había llegado a Pamplona a vender en la feria los collarones y aparejos para las caballerías que él mismo, junto con su familia, fabricaba. Pronto se casaron y Piqué ya no volvió a Cataluña; se estableció en Pamplona donde instaló su negocio de guarnicionería, en el nº 10 de la calle San Gregorio. De este hecho existe una segunda versión: la madre de Antonio, en cinta, muere poco después del asesinato de su marido. Antonio tiene 8 años. Poco después entra de aprendiz de guarnicionero y a los 16 años toma la decisión de marchar a Navarra. Ya en la comunidad foral se emplea como obrero guarnicionero hasta que se establece por su cuenta. Antonio fué muy piadoso y establece amistad con un canónigo de la catedral. El canónigo vivía con otro hermano, también canónigo y con su sobrina Micaela Eleuteria Echeverren Berruete. Pronto se hacen novios. Tras el matrimonio tienen 5 hijos, de los que la segunda es Juana Martina Pique y Echevarren. Pero como corresponde a nuestro personaje su noviazgo no pudo ser sencillo y también tuvo sus vicisitudes. Juana vivía con sus padres en Pamplona. Eran una familia de buena posición y la joven vino a enamorarse de un pintor que no era del agrado de su padre. Antonio deseaba para su hija un joven apuesto, de buenas costumbres y guarnicionero para seguir con el negocio familiar. Para cortar por lo sano el romance, envió a Juana a Tafalla, a casa de unos amigos. Se trataba de Dña. Sabina Campos y su esposo, médico de profesión. Vivían en la Plaza Nueva con sus tres hijos de los que dos fallecieron prematuramente. Juana no tardó mucho en adaptarse pues le tenían un gran afecto. Pero en esta parte de la historia es donde aparece Nicolás que se prenda de la joven y empieza a cortejarla. La noticia vuela a los oídos de Antonio, que dado que Nicolás es fondista y no guarnicionero, decide emplear la misma técnica de la ocasión anterior y trae de nuevo a Juana a Pamplona. Pero esta vez el procedimiento fracasa gracias a la obstinación de su futuro yerno, que con frecuencia va a Pamplona montado en su caballo blanco, como los príncipes de los cuentos, y continua el cortejo. Antonio vigila al mozo y cuando lo ve acercarse al taller para ver a su amada, da la alarma para cerrar puertas y ventanas al grito de "viene Mazantini", torero célebre de la época. Pero tampoco esta estrategia da los frutos esperados y la tozuda insistencia de Nicolás termina por vencer la resistencia de su suegro en ciernes. Juana y Nicolás pasean por las calles de Pamplona envueltos en su propio arrullo.
El abuelo trabajaba en la dirección del negocio; era el encargado de las provisiones, de que nada faltara en la fonda. Aunque, como ya hemos comentado, en gran parte se trataba de una fonda autoabastecida, pues tenían hortalizas, cerdos, conejos y pollos de casa -criados en aquel prodigioso corral y en la granja de "la tejería"-, había que ir también todos los días a la plaza del mercado para hacer la compra. Ya lo decía la abuela: "más vale plaza cara que despensa barata". Por aquellos años era muy raro ver a ningún hombre comprando en el mercado, era una labor reservada a las mujeres, por lo que resultaba un tanto pintoresco ver a Nicolás, con su gran cesta de mimbre bajo el brazo, comprando y regateando en los puestos de la plaza del mercado. Era un trabajo que le gustaba hacer por doble motivo; por un lado evitaba las posibles "sisas" de las criadas y por otro, le daba gusto al ojo y hablaba y alternaba con las "muetas", las criadas que iban a la compra, las pescateras y verduleras y si alguna se descuidaba le atizaba algún que otro "pellizco". En cierta ocasión había comprado un gran conejo que le
ocupaba casi toda la cesta, un hermoso ejemplar que llamaba la atención de la
gente del mercado. Otra anécdota célebre es la del queso. Era ya tarde y estaban
recogiendo el comedor, cuando llegó un viajante con intención de cenar y
hospedarse aquella noche en la fonda. Como las criadas estaban ocupadas le
atendió Nicolás personalmente.
El 20 de Enero de 1902 el nuevo Ayuntamiento, nombrado el 14 de septiembre, acude en Corporación a la misa de San Sebastían. Nicolás decide cambiar la indumentaria de protocolo y en lugar del sombrero de copa o bombín, cubre su cabeza con una boina, sin dejar los guantes blancos. De esta guisa también le acompaña Buenaventura Vidarte, Rachón. El público congregado les dió una fuerte ovación con vítores de ¡ Vivan los concejales con boina ! Los que dominaban en el Ayuntamiento eran los llamados "Grupo del Teatro", lo que ahora llamaríamos conservadores. El abuelo pertenecía al grupo de la oposición y la ejercía a su peculiar manera. Los días festivos y los sábados, los alguaciles iban al
Teatro con el pretexto de mantener el orden público y esto indignaba a Nicolás,
quien decía que era un servicio particular. Una vez tuvo una ocasión excelente para vengarse de su
"enemigo", el secretario. AGRICULTOR Y HORTELANO.
El abuelo había heredado una hacienda regular que después
amplió. Tenía
También poseía algunas viñas cuyos frutos aprovechaba para hacerse el mismo sus propios vinos. Para sus nietos, la bodega era algo misterioso, donde el abuelo elaboraba sus deliciosos vinos. Tenía unas grandes barricas de auténtico roble americano. El abuelo era garapitero y tenía una rara habilidad para la cata. No precisaba analizar los vinos, con sus portentosos sentidos del olfato y del gusto bastaba. Por aquellos años, en Tafalla se vivía un acusado problema social. La actividad principal era la agricultura, industria apenas si había, y existía una abundante mano de obra, peonaje sin cualificar, que se ocupaba en las labores del campo. De madrugada salían los "piones" a la plaza y los "amos" los contrataban, pero como la abundancia de mano de obra era manifiesta muchos peones se quedaban sin contratar y tenían que volverse a sus casas sin jornal que llevar. Dn. Nicolás solía ir a la plaza al final y contrataba a los dos últimos peones que se habían quedado con pocas esperanzas de conseguir el jornal.
Algo que le marcó también durante toda su vida, fue su debilidad por las mujeres. Le gustaban con delirio, incluso la suya propia, con quien tuvo doce hijos, lo que nos da una idea de su extraordinaria capacidad amatoria. Ricardo Cierbide cita a su hermano Juan para narrar la siguiente anécdota: " En cierta ocasión fue el abuelo con un pantalón y le dijo a abuela: Oye, Juanita, cóseme este bolsillo, que por este agujero estoy perdiendo el dinero. La abuela, santa mujer, cogió el pantalón y le cosió la bragueta. El abuelo al observarla le dijo: No has entendido, Juanita, te he dicho que era el bolsillo. La abuela, tranquila, pero buena conocedora de las aficiones de su marido le replicó toda digna: Tú, por dónde pierdes los dineros no es por los bolsillos, sino por donde estoy cosiendo. Otra de las anécdotas que a este respecto se narran es que era un hombre celoso de sus conquista y no admitía competición. De esta forma si algún cliente de la fonda se atrevía a galantear con el servicio del Hotel, a los primeros escarceos era despachado con un: Oiga usted, señor, pague la cuenta y ahueque el ala que en mi casa no toca a las muetas más que el amo. Las criadas del hotel suponían para él una constante tentación, si había alguna guapa tenía que soportar los galanteos y asedios del "amo" y algún que otro pellizco si se descuidaba, por lo que las guapas le duraban poco. Sentado a la puerta del hotel en su sillón de mimbre se quedaba mirando con cierto descaro a toda mueta de buen ver que pasara por la acera y si había alguien siempre preguntaba : ¿De quien es esa muera?Como suele ocurrir en estos casos, con seguridad su fama de don juan superaba a la realidad, y no todos los rubios de la Valdorba estaban emparentados con Nicolas. Su debilidad por las muetas le acompañó toda su vida. Genio y
figura hasta la sepultura. María, "la platera", de Miranda de Arga, fue la última de las criadas de Nicolás.
Cuando ya estaba en el final de su ajetreada vida, postrado en la cama, anciano
y muy enfermo, una tarde a visitarle su nieto Juan Carlos:
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