JUAN BAUTISTA MARTINENA. Poco sabemos del origen de este marino. En un documento fechado en septiembre de 1803 refiere tener 35 años, por lo que, si el dato es correcto, podemos calcular que su nacimiento se produjo en los meses finales de 1768 o los primeros de 1769. Sobre su lugar de origen también solo datos indirectos. Como oriundo de Vizcaya lo citan en varios documentos (1 y 2). En un fragmento de otro documento fechado en septiembre de 1797 (18) se le concede un permiso de 4 meses para ir a San Sebastián a ver a la familia, por lo que podemos suponer que fuera oriundo de esta ciudad. Por otro lado, no hemos encontrado ningún registro compatible en los archivos diocesanos vascos. Brancho Palma en su relato histórico novelado «Historias de la Venezuela profunda. Relatos para Eduardo» afirma que es oriundo de Burgos (32). De ser cierto este extremo sería el primer Martinena con origen en esta provincia castellana.
Como veremos más tarde, sabemos que a los 15 años inicia su singladura con la incorporación al Real Corso de Venezuela en 1783, en condición de piloto. Este dato nos hizo plantearnos la posibilidad de que realizará su formación en la Escuela Náutica del Consulado de Bilbao. Sin embargo, la digitalización y puesta en linea de los documentos del Consulado por parte del Archivo Histórico Foral de Vizcaya, no ha permitido encontrar ningún documento que acredite su paso por esta institución. Bien es cierto que, a tenor de lo expuesto en el trabajo de Gonzalo Duo (19) sobre los «Exámenes y nombramiento de pilotos«, existe un vacío documental de quince años que se extiende desde 1768 hasta 1783. Por las fechas implicadas (hasta los 15 años de Juan Bautista) pudiera justificar la ausencia de Martinena en los documentos citados. Algunos otros datos nos hacen mantener la esperanza de encontrar documentación de nuestro marino en su paso por alguna de las otras Cátedras del arte de navegar que existían en España, concretamente por las de Sevilla o Cádiz. Y esto es así por dos razones: Una es la importancia que la cátedra de Sevilla tuvo, y dos, nuestra creencia de que Juan Bautista se incorpora a la flotilla del Real Corso en Cádiz tal y como acredita el propio Icuza, máximo responsable de la flotilla. Además en la relación nominal de las personas que forman la tribulación en su salida de Pasajes no se incluye a Martinena (6). Tendremos que seguir investigando tal posibilidad.
A pesar de lo fraccionado de los datos que sobre él hemos obtenido, lo cierto es que su vida se desarrolla en un momento trascendental de la historia de Occidente; una época de grandes cambios: invasiones napoleónicas, independencia de EE.UU, independencia de Latinoamérica, Guerra de la Independencia de España…, en los que interviene de forma secundaria, pero lo suficientemente destacada como para que porciones de su biografía hallan llegado hasta nosotros a través de la Historia con mayúscula.
La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas fue una sociedad mercantil legalmente constituida el 25 de septiembre de 1728 en virtud de una Real cédula del rey Felipe V concedida a comerciantes vascos, principalmente de la provincia de Guipúzcoa, y que operó en Venezuela desde 1730 hasta 1785, teniendo gran influencia en el desarrollo económico, social y político de la colonia. El contrato contemplaba que la empresa fuese la única autorizada tanto a la importación y comercialización de toda clase de mercancías europeas en la provincia de Venezuela como a la fijación de precios y compra de los bienes producidos en Venezuela y su comercialización en España.
Como comentábamos, la primera noticia que tenemos de Juan Bautista es su incorporación al Real Corso. En 1780 la Corona española extendió a Venezuela el régimen de libre comercio, cesando el monopolio de la Compañía Guipuzcoana. El 15 de febrero de 1781 se emitió una Real Orden al Intendente de Venezuela para que organizara el corso en su jurisdicción. Cuando nos enfrentamos a este dato, nuestra ignorancia marinera nos hacía equiparar corso y corsario con pirata, bucanero o filibustero, que siendo parecido no es igual. Por entonces, nada sabíamos de la tradición corsaria española de los siglos XVI y XVII, ni de la Compañía Guipuzcoana, ni del Real Corso, ni muchos menos que una de las diferencias más notables entre nuestros corsarios y los de otros países era que se consideraban como oficiales subalternos de la Marina Real, lo que les ataba al servicio de la Corona, dándoles honorabilidad, pero privándoles de la libertad de actuación que solía envolver su figura (3).
Corría el año 1783 cuando uno de nuestros más afamados corsario, Vicente Antonio de Icuza, repuesto de una enfermedad, solicitó su reincorporación en algún cargo del servicio real. Icuza había sido comandante del Corso con la Guipuzcoana. La Corona, Carlos III, atendió su petición y el 3 de abril le destinó a la Comandancia del Resguardo Marítimo de Caracas, ascendiéndole a Teniente Coronel de Infantería. El 19 de mayo se emite la Real Orden para la reorganización inmediata del Real Corso y se encomienda a Icuza tal misión (4).
«El Comandante Icuza regresó a Bilbao en junio de 1783, y de aquí fue a San Sebastián, para preparar su viaje. Particularmente le interesaba revisar el aprestamiento del bergantín Coro (Nuestra Señora del Coro), anclado en Pasajes, que estaría bajo su mando directo y para el cual había pedido a Bayona las planchas de cobre con que debía carenarse. El trabajo debía hacerse en Pasajes. Este bergantín había sido construido en la isla Bermuda y era de material de sabina. Estaba valorado en 45.000 reales de vellón, a los que había que añadir los 12.573 de su arboladura. También quería revisar el revestimiento del casco de la balandra Aranzazu (5), cuyas planchas de cobre se habían encargado a las fábricas de Balmaseda. El Comandante se ocupó además de reunir los pertrechos y provisiones navales necesarias para su flotilla. Embarcó las agujas de marear, las ampolletas, 90 barricas de agua, etc. Finalmente se nombraron dos escribanos para el bergantín y la balandra y los médicos correspondientes. Tras el capitán Domingo de Jáuregui figuraba el teniente Andrés de Caperuchiqui y los oficiales del mar; condestable, guardián, patrón de bote, etc» (6). Entre esa tripulación estaba un joven Juan Bautista como oficial de plana mayor, con apenas 15 años.
Los rápidos ascensos que tiene,-como veremos más adelante entre septiembre de 1783 y junio de 1785 pasa a Piloto y Teniente-, nos hacen suponer que tenía estudios. Por aquel entonces debían estudiar durante un periodo de seis meses «El Arte de Navegar Theoricamente», para posteriormente hacer prácticas durante un periodo de dos años. En Bilbao estaba uno de los «Consulados del Mar» más importante. Aún no hemos podido confirmar el paso de nuestro biografiado por esta cátedra, pero nos parece relevante transcribir las Ordenanzas de este Consulado, aprobadas en 1737 que en sus números 71, 72 y 73, dan el perfil profesional del empleo:
«Nº 71. Piloto de navío, es el segundo Oficial de él, e inmediato al Capitán y a quien por ausencia o enfermedad de éste toca mandarle y gobernarle en todos tiempos en los viajes, Rumbos y Derrotas para donde navegare, hasta conducirle al Puerto de su destino. Nº 72. Deberán ser para tal oficio de Piloto hombres prudentes, conocidos, discretos y de buenos procedimientos, estudiosos, prácticos y muy hábiles en el Arte de Navegar, por haberse de fiar de su prudencia y destreza el Navío y su carga en cuantos viajes se hicieren bajo su dirección; de que se sigue que hayan de saber, con precisión, leer, escribir y contar, en cuanto sea necesario para el mejor cumplimiento de su obligación. Nº 73. Ninguno podrá ser admitido a el Oficio de Piloto de navío, sin que primero haya estudiado el Arte de Navegar Theoricamente, por lo menos durante seis meses, con persona hábil y capaz, de quien deberá exhibir certificación, y practicándolo dos años en diferentes viajes, y que en ello haya llevado su Punto y Rumbo; y mediante que esto puede acaecer antes o después del estudio de la Theorica, y con Capitanes y Pilotos diversos y examinados; en este caso deberá traer también Certificación de ellos; con cuyos requisitos, cuando cualquiera intentase obtener Título de tal Piloto, deberá acudir ante Prior y Cónsules, para que siendo examinado por la persona o personas que nombraren, pueda dársele».(4)
Enrolada la tripulación, Nuestra Señora del Coro zarpó el 9 de septiembre acompañada de la balandra Aranzazu y del bergantín Candelaria. Llegaron a Cádiz el 21 del mismo mes. Allí se les notificó un cambio de mandos que no gustó nada a Icuza pero que tuvo que aceptar: el capitán del bergantín Candelaria sería don Manuel de Echandía y el de la balandra Aranzazu don Antonio Rodríguez. Juan Bautista Martinena es asignado a la tripulación de la Aranzazu y nombrado, por el propio Icuza, Piloto. Así lo justifica de su puño y letra:
Don Juan Martinena (en el original Martiarena) que está en la dotación de la balandra «Aranzazu» es mozo de espíritu, y lo llevo para ponerlo en las lanchas corsarias, pues conviene que estas embarcaciones tengan un oficial para la debida subordinación,… por lo que me ha parecido indispensable este oficial más, pues la balandra tiene suficientes con capitán y dos subalternos. (7)
A pesar de la urgencia con que D. José Gálvez, ministro de las Indias, quiere que zarpen hacia Caracas, la partida tuvo que retrasarse por la necesidad de completar el armamento de la Aranzazu y de cargar víveres para los otros dos buques, para lo cual se le remitieron a Icuza 200.000 reales de vellón. El 16 de noviembre salieron los tres guardacostas. La idea de Icuza era: «Saldría de España con las tres embarcaciones, fragata, bergantín y balandra, e irían a recalar a la isla de Trinidad,» luego “recorrer toda la costa hasta Puerto Cabello, de suerte que se apresaran las más de las embarcaciones que se hallasen tratando en las costas, y dejando la fragata en Puerto Cabello, si pareciese conveniente al Comandante, seguir con las otras dos embarcaciones hasta el saco de Maracaibo, con lo que se barrería toda la costa de Santo Domingo. En esta isla se proveería de lo necesario para continuar a Puerto Rico, donde suponía que encontrarían muchos contrabandistas. Los corsarios reales debían limpiar sus costas y volver luego a la isla Margarita, con objeto de emprender otro nuevo periplo en la costa de Tierrafirme hasta el Saco de Maracaibo. Esto último cogería descuidados a los contrabandistas y permitiría capturar numerosas embarcaciones, con lo que cabía esperar que en el futuro disminuyeran las extracciones ilegales desde las islas extranjeras. (3)
Tras la salida de Cádiz, el 22 de noviembre recalaron en Tenerife y el 24 de diciembre llegaron a La Guaira, tras recorrer la costa desde Trinidad sin encontrar ningún navío del comercio clandestino. Este hecho sirve al Intendente Francisco Saavedra para insistir sobre lo innecesario del Corso. Días después parten hacia el Saco de Maracaibo, a la parte española de Santo Domingo y a Puerto Rico. Durante esta travesía apresan varias embarcaciones: a 20 de febrero llevaba nueve barcos capturados, cinco ingleses y cuatro dinamarqueses. Entre tanto, Juan Bautista destaca por su puntual desempeño y sobresalientes servicios por lo que es ascendido a Teniente de la misma balandra Aranzazu.
Las disparidades entre el Intendente Francisco de Saavedra e Icuza sobre la organización del Resguardo finalizan en el destino a Cartagena de este último, que se hizo efectivo en septiembre de 1784. La balandra Nuestra Señora de Aranzazu, junto con la goleta Nuestra Señora del Carmen y las lanchas quedan para el resguardo de las costas venezolanas.
Nuestro Martinena sigue su meteórica carrera y en Junio de 1785 se le encomienda el mando del guairo (embarcación pequeña con dos velas triangulares o guairas) San Francisco Xavier, y el 16 de diciembre de ese mismo año se le expide el correspondiente título de Capitán de dicho buque por el anteriormente citado Intendente Francisco Saavedra. Antes, en octubre entra en combate con una Balandra holandesa. De lo que se desprende de su propia descripción, se embarcó en una lancha de nombre San Nicolás y mantuvo fuego con la balandra durante todo el día, hasta que se le acabó la pólvora. A la embarcación holandesa se le unió otra de la misma nacionalidad y Juan opta por retirarse al puerto de la Guaira, de donde vuelve a partir, y con la ayuda del bergantín Nuestra Señora del Rosario, tras cuatro días de persecución, en reñido combate, apresan una de las dos balandras holandesas.
En el año de 1786 fue destinado a servir la plaza de Teniente y Piloto 1º del balaux (8) Santo Tomás del cargo de D. Ignacio Xavier de Imazabel. Con esta embarcación participa en el apresamiento de varios buques. En 1788, Ignacio Xavier es destinado a otros asuntos del Real Servicio y cae enfermo, encargándose del mando de balaux Juan Bautista.
En noviembre de 1788 y bajo el mando de Don Juan Antonio de Careaga, Capitán de Infantería y Comandante del Corso, es destinado a la defensa y protección de las costas de Puerto Rico. Forman la flotilla de corsarios el Bergantín Nuestra Señora del Rosario que manda Careaga, los Balanx Santo Tomás, bajo mando de Martinena, y el Nuestra Señora del Carmen y la Lancha San Francisco. El 21 de ese mes de noviembre salen hacia Puerto Rico y el 29 apresan en el Puerto de la Salina un bergantín francés nombrado El Gallardo, el que provisionalmente arman en corso (dotan de artillería) en el mismo paraje. El día veinte y ocho el balanx Nuestra Señora del Carmen en el canal de Cabo Rojo, apresó una goleta española con cargamento de reses, café y algodón. Sin embargo, la presencia de la flotilla de corsarios no pasa desapercibida y desde la holandesa isla de Curazao se da aviso a los contrabandista de la presencia de la misma lo que hace que estos tomen rumbo a las islas danesas de Saint Thomas y Santa Cruz hasta que los corsarios acabaran su misión. Pero en Puerto Rico, Careaga es informado de este extremo y es cuando decide armar en guerra provisionalmente el bergantín El Gallardo, con parte de artillería, pertrecho y tripulación del balanx Santo Tomás, de Juan Bautista. que se hallaba imposibilitado con un palo rendido. Deja a Martinena a cargo del resto de barcos con la orden de continuar en la travesía hasta el día diez y ocho de diciembre, que debía recalar a Barlovento de Puerto Rico, sobre el Cabo de Malaparena, mientras él se separa de la costa con el bergatín Nuestra Señora del Rosario con rumbo a las islas de Barlovento (Vieques y Culebra). Ese mismo día 18 en los Placeres, apresa un balanx holandés armado con ocho cañones y con cargamento de tabaco. En el mismo día diez y ocho apresó en la Ensenada Honda (Culebra), un balanx holandés con cargamento de café y continuó con el apresamiento de varias embarcaciones (9). Por su parte, Martinena apresa la goleta inglesa San Fermín, de diez cañones, y en cuyo abordaje resultó herido. El 16 de diciembre de 1788, en el puerto de La Guaira, apresa la balandra holandesa «La Cecilia», con varios géneros (10). Con el mismo buque y en el Puerto de la Ensenada de Puerto Rico comisa el balando de nombre Sn. Martín (11).
A finales de 1789, mientras cruzaba las inmediaciones de La Guaira en la lancha San Nicolás fue destinado al auxilio de una fragata al cargo de D. José Antonio LLanos. Tras siete días asegurando el cargamento y la arboladura, consiguió su objetivo y se traslado al puerto de la Guaira. Al inicio de 1790 el capitán Ramón Aladin se retira por enfermedad y se le confía a Juan Bautista el mando de bergantín Nuestra Señora de Rosario. El 5 de Junio se le nombra Capitán del mismo. Con él recorre en multitud de ocasiones las costas venezolanas y en cuatro las de Puerto Rico y Santo Domingo apresando más de una treintena de embarcaciones del comercio clandestino. Así el 16 de febrero de 1791 apresa una balandra llamada la Churria en la boca del infierno de la costa de Puerto Rico y el 19 de febrero aprehende otro barco en Puerto Rico, en el lugar conocido como «El boquerón».
En marzo 1792 se desplaza con su navío desde Macuto (próximo a Cacaras) hasta Puerto Cabelloxx. Posteriormente está destinado en la provincia de Cumaná, siendo su gobernador el intendente D. Pedro Carbonell Pinto Vigo y Correa, que en octubre de ese mismo año sería nombrado Capitán General de Venezuela. Durante este tiempo Juan continua su actividad corsaria con esmerada actividad, apresando múltiples embarcaciones.
Parece que desde las Encomiendas se produce la necesidad para muchos conquistadores de resaltar sus méritos para alcanzar los beneficios correspondientes y así nuestro marino, afortunadamente, va solicitando a lo largo de su vida certificación de sus superiores de cuantos servicios presta. Así lo hace desde 1784, y entre los meses de Marzo y Abril de 1793 se encuentra en Caracas obteniendo los certificados correspondientes de Juan Antonio de Careaga y Pedro Carbonell. Don Juan Antonio Careaga, a tenor de esa certificación de servicios prestados, describe a Juan con las siguientes palabras «… su inteligencia, arreglada conducta, actividad, celo y eficacia en el desempeño de las obligaciones de su ministerio a mi entera satisfacción, por cuyas loables circunstancias le considero acreedor a que su Majestad le dispense las gracias…«. Dicho lo anterior, pareciera que Juan Bautista supiera de antemano que más pronto que tarde necesitaría toda esa documentación. El 15 de marzo de 1792 sale de Macuto, donde estaba fondeado, con destino a Puerto Cabello (30).
Gabriel de Aristizábal y Espinosa fue elevado a teniente general el 1 de marzo de 1791, nombrándosele dos años después para el mando de una escuadra destinada a la América septentrional, donde permaneció hasta el año de 1800. La escuadra varió su composición conforme a las circunstancias y necesidades de cada servicio. Constaba en un principio de seis navíos y dos fragatas, llegando a reunir en Nueva España hasta once navíos, siete fragatas y nueve bergantines, con 1.144 cañones.
Se hizo a la vela en el puerto de Cádiz con rumbo a La Habana en junio de 1793, y a su llegada se adoptaron todas las disposiciones necesarias para llevar a cabo el plan cuya ejecución le estaba confiada, principalmente proteger nuestro comercio en aquellas tierras, conducir las cuantiosas remesas de fondos que de ellas enviaban a España, y hostilizar la isla de Santo Domingo en la parte sometida al dominio de Francia, cuyos corsarios hacían frecuentes incursiones en aquellos mares y en el contexto de la guerra entre la Francia revolucionaria y la España en alianza en la Primera Coalición. (12)
Obstáculos invencibles, superiores al esfuerzo humano, vinieron a paralizar sus trabajos. Por una parte, los terribles huracanes que ocurrieron, impidieron la reunión de buques y la llegada de las tropas de desembarco que se aprestaban en La Habana (14). Aún así se unieron a la flota tres bergantines del Corso de Caracas entre cuya tripulación se encontraba Juan Bautista Martinena.
En 1794, y bajo el mando de Aristazábal, participó en la toma de Fuerte Delfín (Bahiaja, Bayaja, Fort Dauphim), Bornes (Borgnes?) y Guárico (Cap-Haïtien) en la Isla de Santo Domingo (Santo Domingo y Haití). Fue designado para conducir a España las ocho banderas de los castillos derrotados en esas batallas. A pesar de estas victorias la guerra contra la Francia revolucionaria no es favorable a España, quien en 1795 firma la Paz de Basilea (Godoy, Príncipe de la Paz) que supone la pérdida definitiva de Santo Domingo a cambio de los territorios peninsulares conquistados por las tropas revolucionarias francesas (que llegaron a conquistar hasta San Sebastián).
A Juan Bautista, el 29 de octubre de 1795 se le reconocen los méritos contraídos en esta toma de Puerto Delfín, y el rey (Carlos IV) le otorga el grado de Teniente de Infantería con antigüedad del 1º de octubre de 1794. Esa recompensa supone el inicio de un largo proceso de reclamación que nuestro biografiado emprende y en el que entiende que ha sido agraviado por no concedérsele el nombramiento de Capitán. Curiosamente este hecho es lo que nos ha permitido tener acceso a más información.
El 7 de octubre de 1796, el rey español declara la guerra a Inglaterra. Tras la Paz de Basilea firmada con Francia, ambos países deciden unir sus fuerza contra Gran Bretaña en el denominado Tratado de San Ildefonso. Como consecuencia Inglaterra prepara una flota con la que pretende conquistar Trinidad y Puerto Rico. En el primer caso lo consigue con ofensiva facilidad, el 17 de febrero de 1797. No así en el segundo. Martinena, junto a su jefe José Antonio Carega, es el encargado de traer a España los pliegos de la rendición con honores que supuso la pérdida de Trinidad para la corona española y su paso a dominio británico. En su regreso a Cádiz, bajo las órdenes de Careaga, fue apresado por buques de la escuadra inglesa que estaban bloqueando la ciudad. Supuso la primera rendición de Juan Antonio Careaga y a tenor de los expresado por Brancho Palma (32), la mala recepción de los marinos en Cádiz generó una importante desafección en todos ellos. Sin embargo, el autor mantiene que no vuelven a Venezuela hasta 1804 lo que no es congruente con la carta fechada en Caracas el 3 de marzo de ese mismo año de 1797 que firma Juan y en la que solicita su ascenso al grado de capitán de fragata narrando los sucesos de Cádiz y reclamando los atrasos que esto le generó. Según se deduce de escritos posteriores, pasado el mes de septiembre aun no lo habían conseguido.
En sus peticiones son frecuentes la referencia a la pobreza en la que vive. Nosotros inicialmente creímos a pies juntillas estas afirmaciones, sin embargo al profundizar en la investigación, la pusimos en duda. Especial significado tuvo la lectura y análisis del trabajo de Vivas Pineda titulado «Botín a bordo. Enriquecimiento ilícito en el corso guipuzcoano de Venezuela durante el siglo XVIII» (15) en el que se hace un profundo estudio de las prácticas no del todo correctas que eran casi norma en aquel momento y se exponen las cantidades que este «ilícito» podían suponer para las tripulaciones corsarias. Los números no encajan con la «indigencia» que declara Martinena. Por otro lado, y como veremos más adelante, algunos autores achacan su posterior actitud a la existencia de propiedades de Martinena en la isla de Curaçao, lo que tan bien resulta en incongruencia con su estado de necesidad.
El 19 de septiembre de 1797 se le concede un permiso de 4 meses con el fin de pasar a San Sebastián a ver a la familia (18). Poco más tarde, el 25 de junio de 1799 se licencia y vuelve a España. Desconocemos que hace en los años siguientes, pero entre el 14 de septiembre de 1802 y el 20 a agosto de 1803 está encargado de intervenir en la construcción del Bergantín Argos y el Balandro Celoso, en San Sebastián. El 4 de febrero de 1803 asciende a Alférez de Navio y S.M. le concede su incorporación en la Armada y el citado 20 de agosto toma posesión formal. En ese agosto de 1803 está en Cádiz con el bergantín Argos y el 12 de diciembre se hace cargo del Balao Celoso (dícese de todo buque sensible al timón), de 14 cañones de porte. El 8 de abril de 1804 sale para Caracas. En Julio está en Puerto Cabello y allí continúa en diciembre. Durante 1805, se mantiene en Puerto Cabello como Comandante del Balao Celoso , y de nuevo se ve en la aparente necesidad de solicitar que se le paguen los abonos pendientes desde febrero del año anterior.
A mediados de 1805, con 55 años, Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez tras haber servido en el ejercito español (Defensa de Melilla, 1774-1775), participado en la Guerra de la Independencia de EE.UU. (Batalla de Pensacola, 1781) y en la Revolución Francesa (Batalla de Valmy, 1792), toma la trascendental decisión de intentar llevar a cabo la acción para la cual ha estado trabajando incansablemente: La liberación del continente americano de habla hispana.
Tras una estancia en Inglaterra donde realiza todo tipo de negociaciones y conspiraciones, emprende su obra personal en su amada Colombia, mal llamada América, según su propia descripción. Sin embargo, el destino hace que su singladura se cruce con la de Juan Bautista Martinena que contribuye decididamente al fracaso de la misma. Nadie podía imaginar entonces que años más tarde, sus destinos volverían a cruzarse, esta vez con efectos más sinérgicos.
Parte Francisco de Miranda de Nueva York el 2 de febrero de 1806 a bordo del Leander. El 20 de febrero fondea en Jacmel (Haití), donde se refuerza con las goletas Bee y Bacchus. Su intención es una invasión de Tierra Firme para lo que lo acompañan al más de un centenar de voluntarios. Sus nacionalidades son múltiples: norteamericanos, alemanes, rusos, polacos, portugueses, franceses, italianos… El 11 de abril llegan a Aruba y el 23 de abril avistan Bonaire pasando frente a Curaçao el 24.
El día 28 se acercan a la costa venezolana frente a Ocumare donde son descubiertos por el bergatín Argos y el balandro Celoso, comandado por Martinena. Son las 6 de la mañana y se inicia la batalla naval que desde el inicio es favorables a los españoles. Las dos goletas de Miranda son apresadas y el barco de Miranda se ve obligado a retirarse hacia Bonaire donde llega el 29 de abril. La independencia de Venezuela aun tendrá que esperar. Las goletas y su tripulación son conducidas a Puerto Cabello. El 12 de julio de 1806 se emitió la sentencia; muerte por horca a los 10 oficiales principales, para luego desprenderle la cabeza y exhibirla en distintos parajes de la geografía venezolana, como escarmiento. (15)
Primer viaje Miranda
La Venezuela a la que vuelve Juan Bautista en 1804 es un país convulso. La impregnación de los postulados de la Revolución Francesa hace que la minoría privilegiada empiece a concebir la idea de la independencia como un objetivo. Ya a finales del XVIII se habían producido varios intentos como la rebelión armada de 1795 con José Leonardo Chirinos a la cabeza o la conspiración de Manuel Gual y José María España, en 1797. La última de ese siglo fue la liderada por el Subteniente de la milicia de pardos Francisco Javier Pirela, la cual terminó solo en intentona. El nuevo siglo se inicia con la revolución de los mantuanos (ver más adelante) en 1808. Pero para entender con mayor profundidad el proceso independentista en Venezuela, como en otras partes de América, es necesario conocer la estructura social en cuya raíz aparecen factores trascendentales para entender el movimiento.
Venezuela tenía, al menos teóricamente, un sistema social estratificado por razones étnicas aunque la mezcolanza fue la regla habitual. En este sistema de castas colonial los blancos peninsulares y los funcionarios de la Corte ocupaban el vértice superior de la pirámide. Le seguían los blancos criollos que en Venezuela recibían el nombre de “mantuanos”. Tras estos los “blancos de orilla”, los blancos que no pertenecían a ninguna de las otras dos castas anteriores. Y finalmente, en orden descendente: pardos, indígenas y negros.
Los “mantuanos” eran los blancos criollos que formaban la aristocracia local. No eran más de 100 familias. Llegaron a ser dueños de grandes haciendas de cacao, tabaco y de rebaños de ganado. Además tenían esclavos. Disfrutaban de prerrogativas tales como bancos asignados en las iglesias, uso del título de Don o de Doña, escudo de armas colocado en el frente de sus casas… Sin embargo, a pesar de su poder económico, sólo podían aspirar a ocupar puestos en el cabildo colonial, mientras que otros cargos políticos les estaban vedados. Como consecuencia, había una fuerte rivalidad entre los blancos peninsulares y los mantuanos por el poder político de la colonia. Este era uno de los factores importantes en su afán independentista.
Entre las familias más afamadas estaban las de Lossada y Antúnez, la de los Troconis, la de los Cortez y Pineda, los Antúnez Pacheco … y entre la de mayor implicación en el proceso segregador la del Dr. Juan Pablo Montilla Briceño (2/7/1745-1803) y su segunda esposa, Dª. Juana Díaz Padrón.
A principios de 1808 se reinician los complot revolucionarios en la casa de los Bolivar y en la casa de los Montilla, no muy lejana de la primera. En esas reuniones Dª Juana Díaz Padrón «era el centro cuyo rededor se reunían los conspiradores y la directora intelectual de las combinaciones» (17). El autor de la frase anterior, referenciado más abajo, continua haciendo un panegírico de Dª Juana, transformada en alma mater y santa madre de la revolución.
Puede extrañarse el lector del hincapié realizado en la biografía de Juana pero, si tiene la suficiente paciencia, encontrará cumplida explicación en el resto del texto
Durante la investigación realizada llamó poderosamente nuestra atención la disminución en el número de apresamientos que han llegado hasta nuestros días de los realizados por Juan Bautista desde su vuelta a Venezuela en 1804. De hecho, solo tenemos constancia del apresamiento de las goletas que acompañaban a Miranda en 1806 y de un segundo apresamiento que realizó en Julio de 1807 sobre un buque danés llamado María, capitaneado por Juan Rosa y perteneciente a Marco Antonio Merlo.
En 1809, concretamente el 29 de Julio es ascendido a Teniente de Navío graduado.
Desgraciadamente una vida tan llena de azares como la de nuestro biografiado parecía abocada a un final dramático y hasta cierto punto romántico. La entrada en España de las fuerzas napoleónicas y las vejatorias abdicaciones de Bayona, producen un gran descontrol no solo en el gobierno de la península si no que también en las colonias americanas. El pueblo español no muestra una actitud tan servil como la de su rey y el territorio no conquistado por la huestes de Bonaparte se organiza en torno a las Juntas Provinciales y estas a su vez en la Junta Suprema (25 de septiembre de 1808, tras la victoria de Bailén). De forma similar ocurre en las colonias, con el matiz de que, utilizando como excusa la defensa del legítimo rey, se organiza en torno a ellas el proceso independentista.
En enero de 1810 cae Sevilla, sede de la Junta Suprema, en manos de los franceses. Es fácil imaginar el desconcierto reinante con noticias confusas y tardías de la situación de la metrópoli y con el uso que se hace del poder de la Juntas en pro de la causa secesionista. En Venezuela todo el proceso se complica aún más pues si bien alrededor de la Junta de Caracas se aglutinan la mayoría de las provincias y constituyen la Suprema Junta, también es cierto que la actitud no es homogénea. Así las Juntas de Coro, Maracaibo, y Guayana se muestran claramente a favor de la Junta Suprema Central y de la Regencia posterior, y la de Cumaná primero forma parte de la contrarrevolución para después desmarcarse de la misma.
Juan Bautista vivirá y participará activamente en el proceso de la Primera República de Venezuela, periodo que va desde el 19 de abril de 1810 hasta el 25 de junio de 1812 y tiene como actor principal a Francisco de Miranda.
Debió ser previo a estas fechas, quizás en sus estancias en Caracas, cuando Juan Bautista entabla relaciones Doña Dolores Montilla (múltiples segundos apellidos: Padrón, Díaz, de Cazado, de Delpech) (1785-1853), caraqueña, hija del Dr. Juan Pablo Montilla Briceño (2/7/1745-1803) y su segunda esposa, Dª. Juana Díaz Padrón, y hermana de los revolucionarios Mariano y Tomás. Dolores debía ser especialmente guapa. Era esposa de Luis Delpech Lafore (1780-?)(matrimonio celebrado en la Catedral de Caracas el 6 de agosto de 1808), impresor, comisionado por la primera república como embajador de la misma ante el Gobierno de Napoleón Bonaparte. Es muy probable que Dolores participara en la reunión de la Sociedad Patriótica del 5 de Julio de 1811 en la que Venezuela se declara independiente. Parece ser que Juan se enamora de esta mujer y a través de ese amor, es ganado para la causa independentistay. (http://www.genderlatam.org.uk/PersonDetails.phpPeopleID=1543). Otros apuntes indican que sus negocios en Curaçao también pudieron influir en su toma de postura5
En este tormentoso contexto, Juan Bautista está destinado en el apostadero de Puerto Cabello, siendo su superior D. Juan de Tizcar, Comandante militar del mismo. Salen de Puerto Cabello, el 24 de marzo de 1810, Juan Bautista Martinena y su bergantín el Celoso con destino a la Guaira con la orden de proteger cuatro buques mercantes con destino a Europa hasta el norte de Puerto Rico. El 11 de abril parte el convoy de Guaira. El 19 de abril estalla el movimiento independentista cuando una Junta Suprema declarada en Caracas destituye al Capitán General Vicente Emparan e instala un Congreso. La Junta secuestra y reparte las rentas reales (3.000.000 pesos) destinados a la península como ayuda para la guerra contra los franceses. Se llama a Francisco de Miranda para regir los destinos del país. En Puerto Cabello, Juan de Tiscar es apresado por los revolucionario. Martinena, ignorante de lo anterior y cumplido su cometido, tomó rumbo hacia San Juan de Puerto Rico a fin de tomar leguas sobre una expedición francesa que decía preparaban en Nueva York contra las colonias española. Allí llega el 17 de mayo, y el Gobernador y Capitán General, D. Salvador Meléndez y Bruna, gran cartógrafo y marino, lo llama para que le explique la situación en Venezuela y su posicionamiento. Juan Bautista contesta el día 18, manifestando que su deber lo mandaba mantenerse fiel al Gobierno de la Regencia, y ponía desde luego su persona y buque a las órdenes del Gobernador, considerando, no obstante, no haber finalizado las instrucciones que recibiera de su superior, D. Juan De Tizcar, de cuya fidelidad al rey era imposible dudar.6
Meléndez le ordena que salga para Aguadilla (Puerto Rico) a buscar los bergantines Fernando VII y Manuela que estaban reparando algunos desperfectos. El 22 de abril regresó con los dos bergantines apresados. Examinados los papeles del Manuela, se le permitió continuar viaje hacia Europa. Sin embargo, el Fernando VII fue decomisado y puesto en venta junto con su cargamento, lo que provocó la protesta del Gobernador Layard, de Curaçao.
El 4 de junio Martinena vuelve a recibir órdenes de Meléndez. Debe salir para Cumaná donde se pondría en contacto con tierra y después de tener en su buque algún rehén enviaría a un oficial para que diera en propia mano la carta que había escrito para Juan Manuel Cajigal y Niño, gobernador de la provincia. No dudamos de la destreza de Salvador Meléndez con cartógrafo y marino, pero como político fallaba estrepitosamente en su nivel de información. Juan Manuel Cajigal y Niño no era gobernador de Cumaná desde el año anterior y había sido sustituido por Eusebio Escudero. Pero es que además, después de los sucesos del 19 de abril, los cumaneses habían depuesto a Escudero el 27 de abril y lo habían reemplazado por un triunvirato al frente del cual estaba Vicente de Sucre y Urbaneja, padre del celebré Mariscal venezolano. Tras esto, sus órdenes eran explorar el ánimo, ideas y estado de las Provincias, coligiendo cuanta era la influencia que la revolución de Caracas estaba ejerciendo. También detendría todo buque procedente de los puertos revolucionarios y los acompañaría hasta Puerto Rico. Debería intentar cortar toda comunicación por mar de los insurgentes y recorriendo la costa de Cumaná hasta Puerto Cabello tomaría nota de toda noticia sobre la situación de los revolucionarios. Terminada la misión seguiría hasta Maracaibo para comunicar los resultados a Fernando Mirayes, gobernador de Maracaibo. En este último aspecto no yerra Meléndez; Mirayes se mantiene fiel a la Regencia y su provincia no sigue el movimiento revolucionario; su actitud hace que el Consejo de Regencia lo nombre Capitán General de Venezuela el 29 de abril de 1810.
Obedeciendo estas instrucciones el día 18 llega a Cumaná. Antes de fondear subió a bordo un oficial cumanés que presenta a Martinena los saludos de la Junta y le ofrece toda clase de protección. Juan Bautista duda. Y hace bien en dudar, la decisión que va a tomar es determinante para el resto de su vida. Imaginamos que no fue fácil tomar una posición: por un lado, su lealtad al legítimo gobierno del consejo de Regencia; por otro las influencias que sobre él había podido ejercer Dolores Montilla de Cazado y su entorno; finalmente, la posibilidad de resguardar sus negocios en Curaçao. Afirma Villanueva6 que tras ser informado de todos los detalles de la revolución se adhiere a ella de corazón y al punto ordenó a su segundo pasar a tierra y presentar sus felicitaciones al nuevo Gobierno y entregar a Cajigal la carta que para él le diera Meléndez. Cuando menos, debemos poner en duda esa adherencia de corazón tan repentina. Juan Bautista desembarca y mantiene conversaciones con los revolucionarios, hasta el punto de que les revela sus instrucciones; pero 4 días más tarde, y en lugar de cumplir sus órdenes, leva anclas y se dirige a Curaçao. Desconocemos el motivo último de sus dudas, afectivas, económicas, de lealtad, pero lo cierto es que sus incertidumbres le llevan a cotejar la información recibida con el Gobernador de Curaçao, John Thomas Layard. Ingenuo Martinena que consideraba que Layard, en aquel momento gobernador británico de la isla y, por tanto, aliado de España, podría darle una versión veraz de la situación.
El 24 de junio de 1810 arribó a Curaçao (29) (Antillas Holandesas, en ese momento bajo dominación británica), aprovechando que su navío el Celoso necesitaba algunas reparaciones. Rápidamente pide audiencia con el Gobernador Layard, para su segundo D. Melchor Nieto, quien recibió el encargo de solicitar un informe verdadero del Estado de Venezuela así como de la legalidad del Gobierno de Caracas, al objeto de incorporarse o no a la marina de Puerto Cabello a la que pertenecía. De esta forma tendría la garantía del reconocimiento del gobierno británico, aliado de España. Layard le contesta al día siguiente asegurándole que él como representante de Su Majestad Británica, intima aliada de España, había reconocido el Gobierno recientemente establecido en Caracas en nombre de su legítimo soberano Fernando VII. En un ejercicio de cinismo continua diciendo: «Espero que esta garantía y seguridad hayan de determinar la conducta de Vd. pero si Vd. desea informes más positivos, no veo inconveniente para que Vd. pida órdenes a su Jefe inmediato el Comandante de Puerto Cabello, pudiendo permanecer en este puerto mientras le llegan«. Parece evidente que Layard tenía buena y actualizada información de la situación de Venezuela, gracias a la actividad del General Robertson, a quien envió rápidamente como representación ante la Junta de Caracas, y era sabedor de que Tiscar había sido depuesto de Puerto Cabello.
Juan, diplomático en esta ocasión, contesta el día 26 que ha resuelto incorporarse al apostadero de Puerto Cabello y le entrega todos los papeles del buque. Sin embargo, con fecha del 29 de informa que se quedaba en el puerto esperando órdenes de la Suprema Junta, pues, su honor de oficial de la marina española estaba amparado por el reconocimiento del gobierno de Caracas hecho por un oficial inglés tan distinguido como el Gobernador de Curaçao.
Layard aprovecha este tiempo de espera para someter a Martinena a un interrogatorio escrito sobre las posibles connivencias de la anteriores autoridades de Caracas y Puerto Cabello (Emparan era una liberal manifiesto que inicialmente fue partidario de la Revolución Francesa) y también sobre las posibles inclinaciones francófilas del Gobernador de Puerto Rico, Meléndez; pero poco pudo obtener del capitán que había salido de Caracas antes del inicio de la revolución y de Meléndez solo pudo informar que había oído calificarlo como un gran patriota.
El 12 de Julio la Junta Suprema autoriza a Martinena a llevar el Celoso a La Guaira y agradece a Layard la protección ofrecida al buque y a su tripulación.
Ante los acontecimiento ocurridos en Caracas en abril de 1810, el Consejo de Regencia de España, informado de los mismos, decretó el bloqueo de las costas de Venezuela bajo el mando de un comisario regio residente en Puerto Rico. (20) De esta forma la Regencia declara rebeldes a los venezolanos y con su decreto de 31 de julio intenta prohibirles todo comercio. Se nombra a Don Antonio Cortabarría para que de cumplimiento a estas órdenes (21) y en diciembre manda un despacho a la Junta de Caracas advirtiéndoles e invitándoles a reconocer las Cortes Generales al mismo tiempo que les prometía amnistía. Para entonces, Martinena ya había determinado su adhesión a la causa republicana y en los últimos meses de 1810 captura en aguas de Maracaibo una goleta española llamada «Unicornio» para la Junta de Caracas. La goleta intentaba realizar el trayecto entre Maracaibo, que permanecía fiel a la Regencia, y Puerto Rico. (22)
También participa activamente en la batalla de Coro a finales de ese año de 1810, dando apoyo con barcos y lanchas cañoneras a la expedición que el Marques de Toro lanzó contra la ciudad realista. Posteriormente es nombrado jefe del apostadero de Puerto Cabello. (23). Dos notas en su expediente, fechadas el 27 de febrero de 1811, dan cuenta, en la primera de que el Comandante del apostadero de Puerto Cabello da parte de las noticias que le comunicó el capellán del Celoso, Don José Antonio de Alburquerque, sobre la conducta de dicho Martinena y otros a favor de los revolucionarios de Caracas, y la segunda en la que Juan, como Comandante de Marina del Apostadero de Puerto Cabello, da parte de haberse pasado a los revolucionarios y tomado mando del bergantín Zeloso. Por otro lado, Juan Germán Roscio (principal redactor del Acta de Independencia de 1811) en una carta dirigida a Domingo González, refiere el apresamiento realizado por Martinena de una goleta procedente de Cádiz y de la correspondencia que en ella existía (25). Un fragmento incompleto nos informa que el 16 de enero de 1811 la Junta Suprema de Caracas entrega una cantidad indeterminada de dinero a Juan al objeto de reforzar la flota en Puerto Cabello (26). En octubre de 1811 participa en el nombramiento de Manuel Piar como Alférez de Fragata, firmando el cúmplase (24). Algunas referencias nos informan que durante parte del año de 1811 estuvo de baja por enfermedad.
Nos planteamos cuál o cuáles pudieron ser las causas de la infidencia de Juan Bautista. Los datos recogidos nos llevan a plantearnos cuatro posibles causas que no son excluyentes y que por tanto, pudieron darse de forma sinérgica en tan trascendental decisión:
- El amor: Al menos dos fuentes (17 y 27) refieren que fue Dolores de Montilla quien cautivo el corazón de Martinena hacia la causa rebelde. Dolores era hija de Juan Pablo Montilla Briceño y Juana Antonia Díaz-Padrón Hernández, de la que ya hemos comentado su implicación en la causa secesionista, y hermana de los generales rebeldes Tomás Antonio y Mariano Montilla y Díaz-Padrón. Cómo se conocieron sigue siendo un misterio; hasta que punto alcanzó su relación sentimental también. El encuentro tuvo que producirse entre 1804, cuando Martinena vuelve a Venezuela, y 1810, momento de la infidencia de Juan Bautista. Para entonces Dolores contaba con entre 19 y 25 años (nació en Caracas el 1 de mayo de 1785) y Juan era bastante mayor, entre 36 y 42 años. A la fórmula anterior deberíamos añadir que Dolores contrae matrimonio en Caracas con Luis Delpech Lafare el 6 de agosto de 1808. A finales de ese año están viviendo en la calle de la Real Audiencia. Si consideramos que su matrimonio fue un limitante de la relación con Juan Bautista esta se tuvo que dar entre 1804 y 1808. Luis Delpech, impresor, mantenía una estrecha relación con Miranda, al que admiraba, que fue quien le encargó que hiciera de embajador de la Primera República ante Napoleón poco antes de que ésta finalizara. Luis y Dolores viven en Paris. No conocemos ninguna otra relación de Juan Bautista y nos sorprende que la influencia de la misma se extendiera hasta 1810, momento de su traición.
- El dinero: Otras fuentes aseguran que la razón de su paso a los rebeldes fue el mantenimiento de los negocios que tenía en Curazao. Aquí debemos recordar el magnífico trabajo de Vivas Pineda (15) sobre el enriquecimiento ilícito en el corso. Parece que, a pesar de sus lastimosas peticiones, este Martinena también participó del mismo. Por último recordar que Curazao, colonia holandesa. durante era inglesa (1807-1816) y que Inglaterra, aunque fuera aliada de España frente a Napoleón, hizo cuanto estuvo en su mano por favorecer la independencia de los países bajo dominación española.
- Influencia: Finalmente, en el Archivo de Miranda (28, 33) se afirma que todo cuanto hizo Juan Bautista estuvo instigado por Cazado (cirujano) y Nieto, miembros de su tripulación y amigos entre sí, que habían optado desde el inicio por la causa de los rebeldes.
- Rencor: En la narración histórica que realiza Brancho Palma en «Historias de la Venezuela profunda» apunta a que el tratamiento que recibieron en Cádiz, Martinena y el resto de marinos, cuando trajeron los papeles de la rendición de Trinidad, tanto por parte de la población como de la autoridades generó un importante sentimiento de desafección.
En nuestra consideración es muy posible que una mezcla de estos factores, junto con otros que permanecen desconocidos, constituirán la motivación del acto de traición de Juan Bautista Martinena. Un acto que determinó finalmente su destino.
EL 4 de mayo de 1812, Simón Bolívar es nombrado por Miranda, Comandante político y militar de Puerto Cabello, con el grado de Teniente Coronel. Martinena es en ese momento jefe del apostadero. En Junio, el cabildo de Puerto Cabello, de opiniones realistas, se opone a las disposiciones de Bolívar. El 30 de junio, la guarnición del Castillo de San Felipe, en Puerto Cabello, se subleva a favor del Rey y pone en libertad a los presos realistas que allí estaban confinados. En las mazmorras de Puerto Cabello estaban presos los realistas capturados en Valencia. Se narra que las gentes de Puerto Cabello eran decididas partidarias de los realistas y que el nuevo comandante Bolívar adoptó contra ellos una actitud de “radical severidad”.
Para algunos historiadores, más que la celebérrima traición de Fernández Vinoni, la razón de esta derrota fue el absurdo y nada inteligente comportamiento de Bolívar. Bolívar, que dormía fuera del cuartel, ordenó a los soldados que aún le obedecían atacar el castillo donde obviamente fueron diezmados. Martinena es sorprendido en su buque, sacado del mismo y conducido al castillo de San Felipe donde permaneció encarcelado con la mayor severidad.
Paradojas de la vida, tras 6 días de resistencia, Bolívar y los pocos oficiales y soldados que permanecen fieles han de embarcarse hacia La Guaira a bordo de un mermado, por la contienda, bergantín «El Celoso» . El mismo del que fuera capitán Juan Bautista.
Su juicio esta resumido en el expediente nº 15 de causas de infidencia (31). En el se explicita que Juan Bautista confesó ante el Comisionado por la Real Audiencia Don Ignacio Javier de Uzelay y que el Fiscal de la Real Audiencia Don José Costa y Gali en su dictamen dado en Valencia el 5 de enero de 1813 dice: en vista de existir en poder del Gobernador de Puerto Rico documentos de este reo se mande pedir copia certificada de ellos para mandarlos agregar a este proceso. Pero el Comandante Militar de Puerto Cabello Coronel Joaquín Puelles comunica desde allí el 20 de enero de 1813 la muerte del reo. Según Monteverde, ya estaba enfermo cuando lo apresaron. Juan tenía 45 años. Dado que nada se podía hacer contra su vida, el día 27 del mismo mes el Fiscal ordena la confiscación de todos sus bienes, “para indemnizar los daños causados por el tal Martinena”. Sobre la causa de su muerte solo podemos especular, las tercianas (paludismo) era endémico en la zona y la fiebre amarilla fue devastadora para las tropas de Aristizabal en 1802.
A su amada Dolores también le confiscaron todos sus bienes y solo le quedó el destierro en Santhomas, donde pasó largo tiempo(2). sin embargo sabemos que murió en Caracas (http://www.sologenealogia.com/Caracas/12/15456.htm#1)
Puerto Cabello fue el último reducto de españoles en Venezuela, cuando el 10 de noviembre de 1823, fue arriada la bandera española en el Castillo San Felipe.
Es de reseñar que Domingo Monteverde, capitán de fragata y posteriormente Capitán General de Venezuela, – el hombre que derrotó a la Primera República venezolana-, a pesar de ser Juan reo de traición, lo describiera como sigue: “El comandante del Apostadero, C. Juan Bautista Martinena, vizcaíno, hombre culto y de buen corazón;…”(1)
No tenemos certeza alguna, pero el uso de las palabras «Martinena» y «cabello», así como la relativa proximidad de las fechas, nos hace pensar que es posible que Juan Martínez Villergas, escritor, poeta satírico, periodista y político español de mediados del siglo XIX, utilice el desenlace de la vida de Juan Bautista en una de sus «Poesías Jocosas y Satíricas» que publicó en 1847. Transcribimos a continuación el fragmento correspondiente:
Martinena hizo a un cabello Cerca de dos mis cuartetas: ¿Cuantas haría a un caballo el difunto Martinena?
No se ofenda si le nombro
Cuando está en la vida eterna;
Favor le hago, pues al fin
En letra de molde queda
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1.- Muñoz, Gabriel E; Monteverde, Domingo: «Monteverde – Cuatro Años de Historia Patria: 1812-1816. Academia Nacional de la Historia, 1 ene. 1987. Página 181
2.- Bracho Palma, Jairo A.: La defensa marítima en la Capitanía General de Venezuela, 1783-1813. INEA 2005.Página 216
3.- Lucena Salmoral, Manuel: “Vicente Antonio de Icuza y el noble oficio de corsario español”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2006. Páginas. 393-413.
4.- Briceño Monzón, Claudio Alberto: «El problema de la soberanía: su historia ante el siglo XXI». Caracas: Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar: Universidad Católica Andrés Bello, 2007. Página 116
5.- Se trataba de una segunda balandra Aranzazu. La primera había naufragado el 16 de abril de 1777.
6.- García Santamaría, Ana: Aportaciones personales. Para quien esté interesado en un mayor detalle sobre la tripulación de esta embarcación, recomendamos la lectura del artículo de la autora citada en la revista ANTZINA, nº3, junio 2007, disponible en URL: http://www.antzinako.org/Revistas/Antzinako_3.pdf . En el listado que la autora reproduce no aparece Juan Bautistia Martinena, ni su cargo. Pensamos que quizá pudo incorporarse en Cádiz.
7.- De Amézaga Aresti, Vicente. Vicente Antonio de Icuza: comandante de corsarios. Comisión Nacional de Cuatricentenario de Caracas, 1966. Página 129
8.- Viana Villavicencio, José Ramón: Aportaciones personales. El balahú, balajú, balahuxe o balaux (diferentes apelaciones por motivo de la pronunciación) es una especie de goleta, un tanto panzuda, que se utilizó en la segunda mitad del XVIII como correo entre las islas antillanas y tierra firme. La Armada dispuso de cinco de ellos, desde el San Carlos, construido en La Habana en 1782, hasta el Pampli, echada a las aguas en Pasajes. También recibía dicha denominación un buque de finas líneas y de escasa eslora, utilizado como buque de estación en las costas vascas. En Pasajes se construyeron 3, hasta con porte de 14 cañones. Dos de ellos fueron reconvertidos en bergantines, maniobra sencilla porque sus aparejos eran bastante similares.
9.- Bruni Celli, Blas. Relaciones de mérito y servicios de funcionarios de España en Venezuela. Academia de la Historia de Venezuela. 2016. Páginas 160-165. Disponible en URL: http://www.anhvenezuela.org.ve/biblioteca/libros-de-la-academia
10.- García Chuecos, Héctor. Historia colonial de Venezuela. Archivo General de la Nación. Caracas.1986. Volumen 3, Página: 51
11.- Coll y Toste, Cayetano: Boletín histórico de Puerto Rico. Cantero, Fernandez & Co. San Juan de Puerto Rico.1914-1927. Volúmenes 11-12 Página. 93
12.- Se conoce como Primera Coalición (1792-1797) al primer esfuerzo coordinado de las monarquías europeas para contener la Revolución francesa. Las campañas bélicas se extendieron por Europa Occidental y el Caribe. La coalición comprendía los siguientes países: la Monarquía Habsburgo, el Reino de Prusia, Reino de Nápoles, Reino de Cerdeña, Reino Unido de Gran Bretaña, las Provincias Unidas y el Reino de España.
13.- El mapa, en el que se intenta representar la participación de Martinena en la toma de los tres fuertes señalados, es una parte del magnifico mapa de Santo Domingo realizado por Juan López en 1784 (obsérvese la proximidad de fechas con los acontecimientos que se narran) y que se encuentra en la Biblioteca Nacional, estando digitalizado con gran calidad y disponible en la URL: http://www.bne.es/es/Micrositios/Guias/12Octubre/MapasAmerica/GaleriaMapas/DetalleImagen12.html . En el mapa de la coste norte haitiana se han localizado dos de los tres fuertes citados (Fuerte Delfín y El Guárico). El tercero es anotado por Bautista como Bornes sin que haya podido localizarse. Sí existe en esta costa la localidad de Borgne. Hemos situado ahí el tercer fuerte sin certeza absoluta de que la localización sea la correcta.
14.- Rivero de Torrejón, Alfonso. Gabriel de Aristizábal y Espinosa. Real Academia de Historia. Diponible en url: http://dbe.rah.es/biografias/7928/gabriel-de-aristizabal-y-espinosa
15.- Vivas Pineda, Gerardo. Botín a bordo. Enriquecimiento ilícito en el corso guipuzcoano de Venezuela durante el siglo XVIII» Istas memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco. San Sebastían, 2006. Páginas: 357-377
16.- Blanco Fombona, Roger. El Leander, Miranda, los expedicionarios y la historia como elemento liberador de los pueblos. Disponible en URL: https://www.aporrea.org/ideologia/a60864.html
17.- Monsalve, José Dolores. Mujeres de la Independencia. Biblioteca de Historia Nacional, Volumen XXXVIII. 1926. Páginas 52-54
18.- Fragmento de documento con cita bibliográfica incompleta localizado a través de Google Libros y disponible a través de la URL: https://books.google.es/books?id=XoxOAQAAMAAJ&q=Juan+Bautista+Martinena+4+meses+Resguardo&dq=Juan+Bautista+Martinena+4+meses+Resguardo&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjWjrjavJ3gAhXx1uAKHYfbDpAQ6AEIKTAA
19.- Duo, Gonzalo. La enseñanza de la Náutica en el País Vasco. Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 3, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastían, 2000, páginas 729-745. Disponible en URL: https://untzimuseoa.eus/images/itsas_memoria_03/30laensenanza.pdf
20.- De Ramón, Armado; Couyoumdjian, Juan Ricardo; Vial, Samuel. La ruptura del viejo orden hispanoamericano. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1993. Página 179
21.- Juega Farulla, Arturo. Simón Bolivar. Librería el Anticuario. Montevideo. 1915. Página 12
22.- Pi Sunyer, Carlos. El general Juan Robertson: un prócer de la independencia. Arte. 1971. Páginas 112-118 (Bibliografía facilitada por CEDOCAM Centro de documentación de Canarias y América)
23.- Bolivar, Eileen et al. Memorias de la insurgencia. Aecivo General de la Nación. Caracas 2011. Paginas 348-349
24-. Boletín de la Academia Nacional de Historia. Volumen 29, Academia Nacional de Historia. Caracas 1949. Página 407
25:- Fundación John Boulton. Epistolario de la Primera República. Editorial: Caracas. Academia Nacional de la Historia. 1960. Volumen 2. Página 179
26.- Archivo General de la Nación. Venezuela. Causas de infidencia: Documentos inéditos relativos a la Revolución de la Independencia. Publicados con la protección del señor General Juan Vicente Gómez, Presidente constitucional electo de la República. Lit. y tip. del Comercio, 1917. Volumen 1. Página 219
27.- Academia Colombiana de Historia. Biblioteca de historia nacional, Volumen 38. Imprenta nacional, 1926. Página 54
28.- De Miranda, Francisco. Volumen 24 de Archivo del General Miranda, Academia Nacional de la Historia (Venezuela). Editorial Sur-América, 1950. Página 47
29.- Alejandro Vargas, Francisco. Historia Naval de Venezuela. Comandancia General de la Armada, volumen 1. 199. Página 90
30.- Archivo General de la Nación. Boletín del Archivo General de la Nación, Volumen 55,Número 208 -Volumen 56,Número 211. 1965. Página 388
31.- Archivo General de la Nación. Boletín del Archivo Nacional (antecedente del Boletín del Archivo General de la Nación). Enero febrero, T. XVII, núm. 68.1935. Páginas 478 y 479.
32.- Brancho Palma, Jairo A. Historias de la Venezuela profunda: relatos para Eduardo. J.A. Bracho, 2008. Páginas 111-178
33.- El Marqués de Rojas. El general Miranda. Librería de Garnier Hermanos. París 1884. Páginas 47-48, 422
4 PEDRO GRASES ARTURO USLAR PITETRI. Escritos selectos. Fundación Biblioteca Ayacuch, 1989
5 JAIRO A BRACHO PALMA. La Defensa maritima en la Capitanía General de Venezuela: (1783-1813).. Editorial INEA 2005. Caracas. 216-293
6 VILLANUEVA, Carlos A; BRUNI CELLI, Blas. Historia diplomática de la Primera Republica de Venezuela. Caracas. 1969
7 FUNDACIÓN JOHN BOULTON. Epistolario de la Primera República. Editorial: Caracas. Academia Nacional de la Historia. 1960. Volumen 2, pp: 179
8 Causas de infidencia: documentos inéditos relativos a la revolución de la independencia, Venezuela. Archivo Nacional. Volumen 1.1952
1 Monteverde–cuatro años de historia patria:1812-1816.A
Gabriel E. Muñoz, Domingo Monteverde. Publicado por Academia Nacional de la Historia, 1987; pagina 171-183
2 Boletín. Autor Academia Nacional de la Historia (Venezuela), Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad de Buenos Aires. Publicado por Academia Nacional de la Historia, 1949
3 Boletín de la Academia Nacional de Historia, 1956, página 32
xx Boletín del Archivo General de la Nación Volumen 55,Número 208 -Volumen 56,Número 211